El lunes a eso del mediodia, con hambre y sin GPS, decidimos hacerle caso a nuestro instinto y salirnos de la autopista siguiendo los anuncios del pueblo de Gruyere. Algunas curvas, mucha nieve y montanas, y llega uno al pie de una colina desde donde se asoma Gruyere, un pequeno pueblo de menos de 2.000 habitantes con un castillo, mucho colesterol y una pintoresca ciudad amurallada. Como era de esperarse, el hambre le gano a la curiosidad intelectual, fue unanime la decision de dedicarle solo 5 minutos a visitar la fortaleza (y no entrar al museo) para poder sentarnos lo antes posible a almorzar en uno de los restaurantes del pueblo. Nuestra mesonera, una simpatica y nostalgica peruana, nos trajo un delicioso fondue de queso local (no lo pidas de Cheddar, le adverti a Xandra antes de entrar) acompanado de papas, encurtidos y vino caliente. De postre, merenques con crema. La conversacion durante la comida fue una serie de "mmmmmm", "mmmmmmm", "mmmmmmmm", seguidos de "guauuuuuuu, viste que bueno" que se repetiria durante toda la semana (un itinerario gastronomico que jamas patrocinaria el American Heart Association).
De Gruyere seguimos a Crans-Montana nuestro destino final, pueblos gemelos montana arriba en la ladera de un espectacular valle, no muy lejos de la frontera con Italia. Llegamos esa misma tarde a tiempo para hacer los preparativos para nuestra semana de esqui; alquilamos las botas y el resto del equipo, llamamos al instructor, hicimos compras para el apartamento. A la manana siguiente nos esperaba Jean vestido de rojo frente al lift, listo para refrescar la memoria de esta pareja de esquiadores tropicales. Sin mucho preambulo nos lanzamos montana abajo y no nos fue mal. Jean, algo desentendido de nosotros, nos dejo al mediodia en una cabana a media pista donde comimos, de nuevo, al son de "mmmmmmms" y "guaus". Algo mas de ski en la tarde, menos diestros por el cansancio, y luego a explorar el pueblo. Crans es tres calles repletas de buenas boutiques y galerias de arte, casi siempre cerradas, varias panaderias y tiendas de comidas, casi siempre cerradas, y un cine donde todavia hay un intermedio para que el publico coma cotufa, compre chupetas y tome cafe. Alli vimos Oceans, un documental que no deben perderse (el link a la derecha), pura poesia, mar infinito, coreografias maravillosas de ballenas, cangrejos, rayas, calamares, delfines y mucho azul.
Esquiamos todos los dias, Werner el instructor del jueves ("up, up, voila" le decia a Xandra mientras la seguia de cerca), David el del viernes (menos simpatico), y nosotros teleferico arriba y pistas abajo disfrutando del paisaje y el sol de invierno sin descuidar nuestras rodillas. En las noches buena comida: pasta el martes, raclette inolvidable el miercoles, una cena magica el jueves en el Hotel Terminus; y ensalada y sopa (nada mas) el viernes. Por la tarde ese dia, el ultimo en Crans, nos fuimos camara en mano a pasear por el bosque en medio de una nevada, arrodillados y acostados (felices) en la nieve tratando de tomarle fotos al frio y el silencio. El sabado, ya camino a Zurich, nos paramos en Berna para visitar el Zentrum Paul Klee, un bellisimo edificio disenado por Renzo Piano lleno de pinturas y dibujos del talentoso artista suizo. De alli a Zurich para salir a NY con las rodillas a salvo y la maleta llena de chocolates y postales de Klee.
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2 comentarios:
la descripcion de oceans solo produce en mi las ganas del intermedio (y de los helados que no se si probaron, mmmm)
Nosotros (te incluyo a proposito) los gorditos, tenemos ese instinto natural de "dar la curva donde dice Gruyere", o el saber sin dudar ni un momento, de cual es el mejor postre del menu...te entiendo perfectamente. Y claro se ve la influencia de Xandra en el viaje...ya me imagino: "Hoy Daniel Soup and Salad"
De nuevo, me encanta la forma del texto.
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