En Madagascar una tarde hace ya tiempo

En Madagascar una tarde hace ya tiempo
no, no soy yo

martes, 15 de julio de 2008

25 horas en Montevideo

Uruguay ocupo siempre un espacio, no muy grande ni prominente un rinconcito mas bien, en mi imaginario. Uruguay fue siempre un punado de cuentos sordidos de Horacio Quiroga, dos mundiales de futbol alla en la prehistoria del deporte, Onetti y Benedetti, y sobre todo Adrian Liberman, ese amigo de mi hermano que hablaba como argentino sin serlo y que parecia haberse leido todos los libros del planeta. Uruguay quedo por mucho tiempo asi, un pais detenido en el tiempo con apenas 3 millones de habitantes, una geografia plana planisima -contaba Adrian- donde el pico mas alto tiene 500 metros, un vecindario calmado de Buenos Aires del otro lado del Rio de la Plata. Y de repente, de la noche a la manana, los vientos cambian y Uruguay pasa a ser el "plat du jour" el nuevo ombligo en mi mundo de negocios. Asi que con toda la premura del caso me enfilo (contento) hacia Montevideo. Despues de todo es uno de los cuatro paises (sin contar las invisibles Guayanas) que no conocia en el continente. En las ultimas dos semanas he visitado ya dos veces la Republica Oriental del Uruguay (vaya nombre!), y comienzo a familiarizarme con las calles de Montevideo, capital modesta, suerte de ciudad-estado. Es un pais, como dice todo el mundo, detenido en el tiempo y envejecido, el unico en America Latina donde cada ano nace menos gente que la que muere y emigra.
Mi hotel, el Radisson, esta en la Plaza de Independencia donde esta enterrado el bueno de Artigas, una plaza pequena bordeada por el Teatro Solis y dos o tres palmeras. Muy cerca esta un malecon largo larguisimo - "no es mar, es rio" me aclara el taxista- donde casi nunca hay trafico. Es domingo, me voy a pasear por la ciudad vieja y luego a Punta Carretas, una vieja carcel convertida en centro comercial. Alli compro mas libros en una libreria divina -descubri Adrian que aqui tu eres apenas uno mas- y ceno bife con morcilla y chorizo y el panqueque de rigor mientras me juro a mi mismo (con los dedos cruzados) que ire a correr por el malecon a la manana siguiente. El lunes, entre reunion y reunion de trabajo, logro hacer una visita fugaz al museo de Joaquin Torres Garcia, pintor y juguetero, maravilloso pintor y juguetero. No solo quedo fascinado con sus cuadros, sino con Manolita Pina, su esposa catalana que vivio apenas 111 anos (como para confirmar que en Uruguay se envejece bien).
Y de alli corriendo a otra reunion para luego ir al aeropuerto ("este es el Rio de la Plata, no el mar" me vuelve a advertir el taxista). Una pequena escala en Buenos Aires -suficiente para comprar alfajores- y luego NY. Al aterrizar me doy cuenta que me he olvidado de preguntarle al taxista donde fue por fin que nacio Gardel.