En Madagascar una tarde hace ya tiempo

En Madagascar una tarde hace ya tiempo
no, no soy yo

domingo, 20 de noviembre de 2011

Feliz en Trieste



Bled en Eslovenia
Siempre me ha fascinado la idea de las ciudades gemelas.  Todas la municipalidades del mundo tienen la curiosa costumbre, poco conocida además, de inventarse parentescos con municipalidades de otros países.  Los Concejos municipales se reunen y decretan hermandades con ciudades lejanas, construyen genealogias complicadas que se extienden por todos los continentes, se inventan familias a la manera de los niños huerfanos.  A veces el gesto tiene claras connotaciones politicas, (Caracas, por ejemplo, es ciudad hermana de Teherán y Minsk) pero la mayoría de las veces, al menos a primera vista, no hay coincidencias claras ni sintonía alguna, se trata de un afecto arbitrario: Hollywood (donde vive mi hermano en el sur de la Florida) es, por ejemplo, ciudad gemela de Lechería en Venezuela y Cochabamba en Bolivia es hermana de Miami. 
Algunos, al menos yo, tenemos tambien, igual que las municipalidades, una lista de ciudades con las que nos une un extraño parentesco.  El proceso de selección es probablemente igual de arbitrario pero más sentimental, más personal.  No me refiero a mi parentesco con mi ciudad natal, la ciudad donde crecí o estudie, o aquella donde se criaron mis abuelos, hablo de conexiones menos evidentes, más azarosas, más difíciles de explicar.   Estamos emparentados, al menos yo, con ciudades a las que nunca he ido pero que siempre he querido visitar.   La atracción por estas ciudades nace   de manera espontánea e inesperada,  comienza con alguna anecdota que escuchamos, con algún comentario casual de un amigo o un profesor querido, con una foto o una postal, una película, un artículo de periódico, a veces basta con un párrafo de algún buen escritor.   Para mi sorpresa he descubierto que estas pequeñas seducciones no desaparecen por sí solas.  Muy por el contrario, tienden a crecer llegando a coquetear con la obsesión.    Esta liga de ciudades, unas ocho o nueve en mi caso, comienzan a ocupar, merecida o inmerecidamente, un lugar en nuestro imaginario, las romantizamos, hablamos de ellas como si las hubieramos recorrido, conocemos sus calles, las sentimos familiares, crecen inmensas en nuestro atlas hasta que un día, finalmente,  las visitamos.   Asi fué con Trieste. 
Trieste atravesada por el sol
La plaza principal de Trieste y al fondo, al fondo cuatro o cinco azules.

      La primera vez que me tropece con Trieste fue en una colección de tres tomos sobre la segunda guerra mundial que leía una y otra vez cuando tenía 9 o 10 años en la muy pequeña biblioteca de nuestro apartamento en Caracas en lo alto de la Alta Florida. Era en el tercer tomo donde había una foto de un convoy de soldados americanos detenidos en la intersección de una carretera en algún lugar de Europa. Al costado había un letrero grande y maltrecho que apuntaba a la derecha y decía Trieste.  No sabía yo, probablemente tampoco ellos, qué tan lejos estaba la ciudad ni en que país quedaba, si estaba en manos de los aliados o de los alemanes,  lo que si me quedaba claro era que la columna entera de soldados tenía apuro por llegar allí,  algo importante ocurría en Trieste.
       Mi segundo tropezón fue de la mano de Rafael Castillo Zapata, profesor y querido amigo, que una tarde me mostró un pequeño libro color lila editado por el Fondo de Cultura Económica que se llamaba Los Misterios de Trieste, una recopilación de artículos sobre la ciudad: “Léelo Dani, te va a gustar”. Leyéndolo y releyéndolo descubrí el significado del adjetivo triestino y entendí mejor el apuro y empecinamiento de aquellos soldados por llegar a Trieste.  En aquel librito, que aun tengo y que releí hace unas semanas, aprendí sobre el agotador vaivén de la ciudad, a ratos austro-húngara, a ratos italiana, yugoslava e independiente,  precariamente colocada en una de las fallas tectónicas de Europa, en la frontera de las fronteras.  Como ocurre a menudo con las ciudades donde las culturas se encuentran, son a la vez fuente inagotable de creatividad y muro de contención de los mas atávicos nacionalismos, pluralidad y tolerancia y al mismo tiempo escenario de injusticias y de los mas bochornosos prejuicios.   En Trieste vivieron y escribieron James Joyce y Rainer Maria Rilke, por allí paso Freud (en una práctica académica diseccionando cientos de anguilas para comprobar su sexo),  la recorrio Kosovel (el prolífico poeta esloveno, siempre joven, muerto de meningitis a los 22 años), allí nacieron y crecieron Italo Svevo y Umberto Saba, cómodos e incómodos con sus pseudónimos, buenos escritores.
       Mi tercer tropezón fue de hecho con Saba cuando me pidieron, allá en mis tempranos años universitarios, que moderara un panel pequeño e informal con un par de escritores venezolanos a propósito de la edición en español de “Cancionero”, su obra mas importante.  Recuerdo que leí y releí el poemario, volví a recorrer las colinas de la ciudad que nunca habia visitado, no paraba de imaginarme a Saba sentado en Antiquaria, su librería que aun hoy existe en la via San Nicolo.   De vez en cuando, sobre todo cuando veía el mapa de Europa, mi mirada se desviaba hacia Trieste, una pequeña ciudad ya casi en la rodilla allí donde termina la cremallera de la bota italiana.      


Este año se me ocurrió correr el maratón de Ljubjlana y me dije que había llegado el momento de pasear por Trieste.  Volamos a Eslovenia, alquilamos un carro y manejamos rumbo a Bled, una pequeña ciudad (como todas en Eslovenia) a la orilla de un lago de fantasía.  Era otoño, los árboles apenas comenzaban a cambiar de color, había sol y algo de frío.  Nos hospedamos en Villa Bled, una casona inmensa y cuadrada de arquitectura comunista muy cerca del lago.  Nos tocó una habitacion gigante, “era la suite donde dormía Tito” nos dice el empleado de la recepción con una sonrisa mientras nos da la llave.  Tres habitaciones en una, un escritorio, sofas y sillas, cuatro camas y al fondo un baño inmenso y muy blanco.  Cuántos micrófonos viejos quedarán todavía escondidos, olvidados, en las paredes de la habitación, qué conversaciones habrán escuchado estos muebles, qué habrán sentido cuando se entraron que se desgajaba la compacta Yugoslavia.  Bajamos decididos a desafiar el jet lag, tomamos unas bicicletas y nos fuimos a darle al menos una vuelta al lago.  El paisaje es de cuento de hadas, una iglesia en una pequeña isla que se refleja en el agua transparente, un castillo colgado de las rocas rodeado de árboles y banderas, cisnes blancos nadando despacio, en cualquier esquina una doncella en apuros, un príncipe encantado y un travieso dragón.  Nos sentamos al borde del agua a comer dos milhojas (mil setecientas cincuenta yo, doscientos cincuenta Vanessa) y a contemplar el paisaje.  Habia pocos turistas, apenas unas señoras mayores alemanas con zapatos marrones y pelo perfectamente laqueado.
La pequena habitacion de Tito

Los murales en el hotel
Pronto Gefilte Fish


Parecia una propaganda de laca de pelo Alberto VO5
     Al día siguiente una excursión por un cañón en la montaña y de allí a visitar una cueva que se esconde profunda entre la piedra caliza en la región del Carso en la frontera con Italia.    Se siente que estamos más cerca del mediterráneo, hay sol, algo más de calor, la piedra es blanca, todo es un poco más resplandeciente.



 
A Trieste se le llega desde arriba, a unos diez minutos de la frontera comienza una bajada verde y al fondo se ve la ciudad recostada sobre la ladera frente al mar.  Es pequeña, unos doscientos mil habitantes tal vez, y calmada. Se siente como si todavia estuviera algo aturdida, recuperándose del agotamiento de finales del siglo XIX y comienzos del XX, como si necesitara descansar del jaloneo de tantos años, todavía de reposo tratando de descifrar el amasijo de identidades (Trieste italiana, Trieste judía, Trieste levantina, Trieste eslovena, Trieste austro-húngara).  Nuestro hotel, el Savoia, es la grande dame de la ciudad, un antiguo edificio de piedra impecable de cara al mar.  Esa noche, luego de un paseo corto por la piazza, cenamos en Afugatto, un rincón perfecto de buen vino y mejor aceite de oliva, de sepias perfectamente cocinadas y pastas exquisitas.  Italia es Italia.  Trieste tiene buen café, su alcalde por varios años fue el mismísimo Illy asi que no es difícil encontrar dónde comer postre y tomar un buen cappuccino.  Trieste es famoso también por el Bora, un viento huracanado que a partir de octubre baja de los Alpes Julianos barriendo la ciudad.  A la mañana siguiente al despertarnos nos asomamos por la ventana y vimos el mar despeinado, los barcos bamboleándose, lluvia de esa que cae horizontal, era el legendario Bora. Nos armamos de valor y salimos a pasear, a los tres minutos nuestros paraguas quedaron patiquebrados en la acera, nosotros (cual Dorothy y Toto) caminando contra-tormenta camino al célebre restaurante da Pepi, a unas cuadras del hotel, a probar pernil y cortes afines y una cerveza.  De allí a almorzar  de nuevo en un pequeño restaurant donde entro Halam Ditek Kaosob, un amable senegales, a vendernos pulseras.  “Esa es contra las pesadillas y el reumatismo” nos dice serio cuando le señalamos una que nos llamo la atención.  La compramos.   Esa tarde paseamos empapados por la ciudad, compré algo de ropa para verme apuesto como el más apuesto de los italianos, compramos vino de la zona y volvimos a cenar bien.   No podia parar de imaginarme todas las historias de Trieste y sus protagonistas, Saba armado sólo de un paraguas luchando contra el Bora de la casa a la librería.



El Bora, huracan mediterraneo



Castillo del Duino
A la mañana siguiente salimos rumbo a Kobarid en Eslovenia, en el camino nos paramos en el Castillo del Duino donde Rilke se inspiró para escribir sus celebres Elegías.  Un castillo, algo venido a menos, en una ubicación espectacular sobre un acantilado al borde del mar.  Todavía propiedad de la familia Tour y Taxi, de largo abolengo, los cuartos estan repletos de memorabilia.  Fotos amarillentas de la mas rancia monarquía europea,  cuadros de árboles genealogicos que se remontan al medioevo (algunos ya talados, otros débiles, huecos o quejumbrosos), medallas, antiguedades empolvadas y varias fotos de Rainer Maria pensativo, inspirado.  Es casi imposible decir cuando salimos de Italia y entramos en Eslovenia, la frontera –qué se lo iban a imaginar esos pobres soldados del libro- es hoy indistinguible.  La carretera a Kobarid es hermosísima, gran parte del camino bordeamos el rio Soca de azul turquesa imposible.  Al llegar al pequeño pueblo de Livek subimos montaña arriba, muy arriba, hasta llegar a nuestro bien llamado hotel Nebesa (que quiere decir “cielo” y “paraíso” en esloveno).  Nebesa es difícil de describir, son cuatro casas de madera de inmejorable gusto asomadas a los Alpes, arropadas por las montañas nevadas con el rio azul a la distancia.   Cada casa tiene una terraza,  al frente rebaños de venados rojos y toda la pradera del mundo, verde y hasta donde la vista alcanza.  Los dueños, Katjia y Bojan, son una pareja encantadora que encontró paz en las montañas y se rehusaron a guardar el secreto.  Construyeron el hotel y reciben visitas junto a sus dos perros negros.  Cada cabaña esta construida al estilo de las construcciones de los campesinos de la zona, en el segundo piso, en la buhardilla, está la cama.  Abajo una sala amplia donde tomar vino acompañados de las montañas.  Al margen del rio Soca se libró una de las más cruentas batallas de la Primera Guerra Mundial, por varios años estuvieron los italianos y los austro-húngaros atrincherados viéndose a los ojos, avanzando y retrocediendo unos pocos metros, sufriendo el invierno, embarrados, hambrientos, mutilados, incapaces de recordar con con el paso de los años por qué había comenzado la guerra. De un lado Hemingway, el joven Hemingway, de voluntario con los italianos; del otro Erwin Rommel, el zorro que aún no conocia el desierto, apenas teniente con el ejército aleman.  En el pueblo de Kobarid abajo en el valle hay un pequeño museo con la historia de la larga batalla,  arriba se pueden visitar las viejas trincheras.
Rilke envitrinado

"Quien, si yo gritase, me oiria desde los coros de los angeles? Y aun suponiendo que alguno de ellos me acogiera de pronto en su corazon; yo desapareceria ante su existencia mas poderosa"


Hotel Nebesa

Desde nuestra cabana







     Paseamos, manejamos por los estrechos caminos de montaña, el cielo azul, el aire fresco, decenas de cipreses al borde de la carretera, yo repitiéndome a mi mismo y a Vanessa que tenemos que volver a Nebesa.  No sé si sera por el silencio y el paisaje o por la pulsera que le compramos al bueno de Halam, lo cierto es que esa noche dormimos maravilloso, largo, felices.

Ljubjlana de tarde




La costumbre cuando se casan es amarrar el candado y lanzar la llave al rio

 

lunes, 24 de octubre de 2011

Raudo por las calles de Ljubljana


 Era una tipica manana otonal en Ljubljana, cielo encapotado, 3 grados centigrados (+/- 36 farenheit) y seria amenaza de nieve.  El maraton comenzaba a las 10.30 de la manana y Vanessa (que es cubana y estaba inscrita para el medio maraton) miraba el cielo desconsolada: "Yo soy de clima caliente" me decia mientras se envolvia cual Tuareg en su ropa deportiva.  La noche antes, siguiendo al pie de la letra el protocolo de los maratonistas, fuimos temprano a un restaurante italiano, no pedimos vino pero si polenta y dos platos grandes de pasta.  Cumplido el rito de los carbohidratos nos fuimos a nuestro hotel para preparar nuestro atuendo de corredores y acostarnos temprano.  Los zapatos, el numero, los imperdibles, el chip, las barras de energia, las orejeras,  las chaquetas.....  Todo listo.  Apagamos las luces y a dormir, yo comence inmediatamente a sonar con la carrera, me veia en el podio dando un discurso a la muchedumbre en esloveno, practicando mi Swahili con los demas medallistas.  Fue una noche entrecortada, era mi primer maraton y -debo confesarlo- estaba algo nervioso.  Jim, mi entrenador, me habia mandado un email con la lista de "to dos" antes de la carrera.  Yo lo repasaba mentalmente mientras dormitaba.
  Eslovenia es un pais muy pequeno, parece una casa de munecas, una maqueta de ninos, todo es mas bien pequeno y todo, absolutamente todo, queda muy cerca.  Ir de un extremo al otro del pais tomas dos horas, llegar de nuestro hotel al punto de partida de la carrera 3 minutos.  Nos despertamos, desayunamos frugalmente a pesar de que habian varios platos (un foie gras por ejemplo) que me guinaban el ojo (Jim recomendo no comer nada nuevo de desayuno).  Nos envaselinamos, si, medio pote de vaselina en todos (todos) los resquicios de mi cuerpo, nos vestimos y salimos a calentar un poco.  Ya afuera se sentia el ambiente de carrera, cientos de eslovenos estirandose y tomando gatorade, el animador del evento dando instrucciones y motivando a la gente, Vanessa y yo en el frio matutino sin descifrar una palabra.  Eso si, minutos antes de la partida dijo algo asi como: "Venezuelani praszicuci" que debe significar "vinieron hasta de Venezuela para esta carrera".  Nadie me miro, no creo que imaginaban que yo era el venezolano del que hablaban.
    Anunciaron la partida y sali cual keniano embravecido, veloz, avanzando entre la gente como un motorizado en el trafico caraqueno, dejando atras a una multitud de eslovenos lentos que se quedaban boquiabiertos.  Al borde de la calle orquestas tocando ritmos alpinos, familias de ljubijanos emocionados nos gritaban "Bravo, zej rema krijoina gurtuzia ze" que quien sabe lo que quiere decir. Los primeros kilometros muy bien por los suburbios y un bosque templado,  la adrenalina corriendo por mis musculos, la voz de Jim mi entrenador guiando mi paso -como la de pequeno saltamontes en la serie Kung Fu aleccionando al joven David Carradine-.  Pasaba el tiempo, no llevaba reloj, iba conquistando kilometro tras kilometro impulsado por los buenos deseos de las amas de casa slovenas que me aplaudian y sus hijos que estiraban el brazo para darme la mano.  Voy a muy buen paso caminoa a la primera mitad.  Casi llegando a la marca de las 13 millas escucho un alboroto, me piden que me mueva a la izquierda y me pasa un keniano -un ser sobrenatural, un antilope en el invierno, puro musculo- seguido de un carro con sirenas  Asi es, yo llegando a la mitad (mi tiempo algo asi como una hora cincuenta y cinco minutos) y el vaporoso keniano terminando TODO EL MARATON en dos horas cinco.

John el de la izquierda es el que me paso y gano el maraton, yo no soy el que sale atras.


En ese punto la mayoria de la gente descansa porque ha terminado su carrera, los menos, los que nos inscribimos en el maraton completo, apenas comenzamos la segunda vuelta.  Al poco rato, con mucho menos publico gritandonos "Bravo" y las piernas cansadas, empiezo a reducir el paso.  Cada vez mas lento (kilometro 32, 33, 34, 35....) se trata de la abominable "pared", trato de  esquivarla utilizando los trucos que me enseno Jim "piensa en el proximo kilometro no en todo lo que falta", "recuerdate de las practicas largas que hiciste", la verdad es que no funciona tan bien.  Veo impotente como comienzan a pasarme todos los eslovenos que tan arrogantemente deje atras en la primera vuelta, jovenes, senores mayores, viejitos, reinas de la celulitis.  Me rehuso a caminar, tengo que llegar a la meta.  En una de las estaciones de agua me paro por unos minutos, alli se me acerca Andreas, un corredor aleman que me invita a seguir juntos: "If we do it together and talk, it will be much easier".  Tiene algo de razon, me cuenta que es profesor de finanzas en Edimburgo,  que su novia es taiwanesa, que nacio en un pueblo en el centro de Alemania y que este es su tercer maraton, me pregunta insistentemente por el cancer de Chavez, yo apenas le hablo porque mis piernas apenas corren, le respondo con amabilidad pero con monosilabos.  Distraido escuchandolo pasan los kilometros algo mas rapido 36, 37, 38... llegando al 39 le digo a Andreas que siga sin mi, que ire algo mas lento.  Se rehusa, me dice que podemos hacerlo juntos, que es un error separarnos.  Yo le insisto, le digo que mejor siga.  Finalmente acepta y apura el paso. Lo veo alejarse, me siento como un naufrago que acaba de dejar ir su balsa.  Comienzo a pensar en las ventajas y desventajas de apurar el paso, si llego diez o quince minutos antes es mejor tiempo, quedare mejor con Jim pero tambien arriesgo tendones y articulaciones, despues de todo, no soy tan joven ni tan atletico y a nadie le gusta pasar meses en fisioterapia.  Voy mas lento pero sigo trotando camino a la meta.  Kilometro 40, 41...veo el final a lo lejos.  Como ocurre siempre, la llegada esta algo mas alla de lo que parece, me armo de valor, convoco todas mis energias y comienzo a acelerar para entrar con paso triunfal, es el ultimo kilometro y es aqui donde  normalmente espera la muchedumbre.  Cuando faltan cien metros el lector reconoce mi chip y el jefe de ceremonia lee mi nombre y dice Venezuela.   No hay mucha gente esperando.  Cuatro horas y cuarenta; llegue.  Vanessa, que ya habia terminado de manera magistral su medio maraton,  me esperaba con la camara y una sonrisa.  Recibo una medalla, un vaso de sopa caliente y una banana. Yo contento (muy contento), cojeando, ahogandome en acido lactico, agachandome con una postura parecida a las de las jirafas cuando toman agua, feliz de haber corrido, listo para hacernos un masaje y luego salir a cenar con una buena botella de vino esloveno.  "Quieres hacer el maraton de Riga el ano que viene?" le pregunto a Vanessa y ella carinosamente me responde: "busquemos algo mas tropical".
    El restaurante esa noche, como era de esperarse en Ljublana, queda muy cerca, a uno o dos minutos caminando del hotel, uno o dos minutos aun caminando lento, muy muy lento. 

martes, 18 de octubre de 2011

A cuatro dias de las dos vueltas a Ljubljana

Ljubljana by night

  Hay gente que dice, mi cunada por ejemplo, que hay una supuesta hormona que secretamos cuando hacemos ejercicio y que nos hace sentir bien.  No solo es ella, otros amigos y conocidos me han hablado de la misma endorfina misteriosa que los obliga a correr, sudar y saltar, que los hace despertarse muy temprano y los lleva hipnotizados al gimnasio.  "Si no corro no me siento bien, me falta algo" insisten tratando de explicar la adiccion: "me falta algo, me siento inquieto".   A mi siempre la historia de la hormona me ha parecido un cuento de camino, un mito, una pose de los atleticos y fibrosos.  Aun asi, a pesar de mi escepticismo, decidi hace unos meses darles el beneficio de la duda, embarcarme en la busqueda de la hormona perdida: me inscribi para correr un maraton.  Por si acaso, para hacerlo mas entretenido por si la anhelada hormona no hacia acto de presencia, escogi una ciudad a la que hacia tiempo queria viajar, un pais que estaba en mi lista secreta de prioridades:  el 23 de octubre (si este mismisimo domingo!) corro el maraton de Ljubljana, la capital de la simpatica y joven republica de Slovenia (http://www.ljubljanskimaraton.si/en/)

    Como no tengo referente, siempre he imaginado que la sensacion de la hormona debe ser parecida a lo que siento yo cuando caminando por Nueva York me tropiezo de repente con mi eclair de chocolate favorito o cuando descubri que la tienda de la esquina de mi casa vende la barra de Cadbury de fruit and nuts, la original.  Debe ser algo asi como la paz interior que nos invade luego de un buen bocado de buen chocolate.  "Voy a correr un maraton" dije, y luego de una breve busqueda estaba anotando mi datos y los de Vanessa para la carrera de Ljubljana.  Sobre el viaje (que incluye unos dias en la maravillosa ciudad de Trieste) escribire en unos dias, probablemente el lunes despues de la carrera, convalesciente en la cama del hotel.  Hoy, este breve blog introductorio, es para ponerlos al dia sobre mi entrenamiento para la competencia, para contarles de mi ardua preparacion, para compartir con ustedes algo del esfuerzo fisico que conlleva la carrera, para que esten pendientes de mi y me manden buena energia.
      No se muy bien por que tome la decision de hacer la carrera, la historia de la hormona no puede ser la verdadera razon, me imagino que tendra alguna relacion con la que llaman la crisis de la edad adulta, tal vez ganas de sentirme joven ahora que soy mas viejo, tal vez es creer que uno se ve cool, una manera de ver si mis rodillas y tendones estan todavia bien, de comprobar si me duele algo, un pretexto para obligarme a hacer ejercicio, una buena manera de impresionar a mi novia.  No se, no se muy bien las razones por las que decidi inscribirme y comenzar a entrenar, paso asi, de repente, sin mucha meditacion, la idea nacio una noche sentado en la computadora y un par de semanas despues me descubri despertandome a las 6 de la manana para ir a entrenar con mi running club en Battery Park, al sur de la isla de Manhattan donde el East River y el Hudson son uno y el mismo rio.  Mi entrenador se llama Jim y hace ultramaratones (acaba de terminar una carrera de 100 millas en Colorado, 29 horas continuas corriendo), mis companeros de grupo son 4 gacelas australianas que no solo llegan felices y sonrientes todos los dias a las 6 de la manana sino que vuelan, van rapidisimo.  No tengo duda que pertenecen, como mi cunada, a la especie de los hormonados, que por su sangre fluye la maravillosa endorfina.  Por suerte en el grupo esta tambien Carl, un enigmatico vendedor de helados que habla poco y corre lento -algo mas lento que yo-, que no siempre esta de buen humor y que se queja del acido lactico.  Dos veces a la semana me encuentro con Jim y las gacelas para darle vueltas a un pequeno parque cerca del hotel Ritz, todas la mananas me levanto a punto de no ir y 20 minutos despues me descubro, para mi sorpresa, sudando tratando de hacer el tiempo que Jim anoto ese dia al lado de mi nombre en la hojita que nos muestra.  Los demas dias, los que no corro con las gacelas de down under, corro solo siguiendo el plan que Jim me manda por email sin falta todos los domingos.  "Cuidado, no lo hagas, te vas a joder la rodilla", me dice mi buen amigo Ricardo (que como yo no cree en la hormona), "wow, yo corro una milla y estoy muerto" me dice mi hermano (que como yo no cree en la hormona), "yo decidi no hacer mas maratones.  No es bueno" me dice Jorge (que como yo es de buen comer).  Asi pasan los meses, yo corriendo todas la mananas, sumando millas, comprandome ropa y zapatos, explicandole a Camila donde queda Slovenia y prometiendole que le voy a regalar la medalla. Hago practicas cortas, algunas largas (dos veces 20 millas), al llegar a la casa me tomo varios litros de agua de coco.  No he adelgazado pero eso si, correr me ha permitido seguir comiendo chocolate.  Me pregunta la gente que tan rapido quiero hacer la carrera.  Yo lo que quiero, como todos los primerizos, es terminarla.  Si la termino sera en cuatro horas y media, tal vez cuatro.  Para ponerlo en perspectiva, es mas o menos lo que dura un vuelo Nueva York- Caracas o la pelicula Ben Hur, todo el vuelo o toda la pelicula, que es lo mismo, sin parar de correr.  A mi, que no he sentido la hormona, me sigue sonando larguisimo.

    Slovenia es un pais pequeno de 2 millones de habitantes, Ljubljana, la capital, tiene apenas 200.000.  El maraton supongo debe ser un evento importante.  Llevo un dia en Slovenia, estamos paseando por el norte del pais cerca de Austria.  Acabo de revisar hace unos minutos el website del maraton para asegurarme que la carrera es este domingo, veo que ya hay 14.083 personas  que van a correr divididos por edades y por nacionalidad.   Me sorprende ver que, por ahora, sigo siendo el unico venezolano inscrito.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Tras los pasos de Bingham (gateando) en Choquiquerao y Machu Pichu


Mia en Choquequirao
Bingham, tal vez en Choquequirao

Normalmente no soy muy amigo de las efemerides y en este caso, es importante aclarar, todo fue una casualidad.   Este ano, sin planearlo asi, celebramos (unos buenos amigos y nosotros) los 100 anos del "descubrimiento" de Machu Pichu.  Asi es, el celebre conectiques Hiram Bingham III, que ese es el gentilicio de quienes son oriundos de Connecticut, llego a Machu Pichu un 24 de julio de 1911 y nosotros, junto a 2800 turistas mas, llegamos alli mismo 100 anos y 25 dias mas tarde, hace unas  cuantas semanas, el 19 de agosto pasado.
   Nuestra epico viaje comenzo hace unos meses en Cataluna.  Como ocurre a menudo, la idea nacio en una conversacion de sobremesa, esta vez en un pueblo en la Costa Brava hacia el final del almuerzo con algo de migas sobre el mantel y suficiente vino blanco en los vasos.  Sugeriamos Vanessa y yo que exploraramos algun rincon del Peru y Edu y Ana, que son encantadores y aventureros y que confian ciegamente en nosotros, dijeron que si.   "Me encanta la comida peruana" dijo Ana sonriendo.
    Volvimos a Nueva York e inmediatamente comence a programar el viaje.  Estaba convencido de que no bastaba con visitar Cuzco y Machu Pichu, habia que aprovechar nuestro viaje para pasear por las entranas del imperio Inca, teniamos que escudrinar un poco mas, no podiamos conformarnos con el  tipico circuito turistico, habia que ser creativos.  Que mejor fuente de ideas que la bitacora de viaje del flaco Bingham.   Leyendo sobre sus expediciones descubro que en 1909, dos anos antes de su famosa visita a Machu Pichu, Bingham acampo en Choquiquerao, unas ruinas Incas remotas y olvidadas que se balancean -aun hoy- en el lomo de una montana, en el mismisimo filo de la cordillera a 3.600 metros sobre el rio Apurimac.  Tengo ademas dos amigos peruanos que algun dia fueron. "Chay!!!" dije (la mejor traduccion que consigo de Eureka en Quechua) el viaje iba tomando forma.







 Choquiquerao es conocida (muy poco conocida) como la ciudad gemela de Machu Pichu, perfecto entremes para nuestro viaje.    El plan era ir justo antes de Machu Pichu, pasar apenas dos dias en Choquequirao para luego poder comparar las dos ruinas.  Para llegar alli hay que dormir una noche primero en un pequeno hostal que se llama Villa los Loros,  una posada frugal al pie de la cordillera que descubri ojeando una de las 10 guias de viaje del Peru que tengo al pie de mi cama.  Luego de una  caminata, dice el website de la posada, se duerme dos noches en las ruinas en tienda de campana para luego pasar, ya de regreso, una ultima noche en el mismo hostal.   Vacilo por un momento, tengo mis dudas sobre la afinidad del resto del grupo con la vida agreste de carpa, el deseo de conectarse con la Pachamama (madre tierra en la mitologia inca), con el agua fria, con los mosquitos y el exceso de aire fresco a mas de 3.000 metros de altura.  Titubeo por un rato y llego a la conclusion (equivocada)  de que no puede haber nadie a quien no le guste dormir bajo un cielo estrellado al pie de una ruina.
      A nuestros amigos espanoles se le sumaron dos venepanamenos amantes del ceviche: Jorge (hermano mas que amigo) y su esposa Veronica. Ya eramos seis.  Una semana antes de partir Edu y Ana anunciaron la incorporacion de otro catalan insigne Josep Maria (Mia), el hermano de Ana.  Ya eramos siete.  "Vamos dos parejas y un trio a Peru" le decia yo a la gente cuando les contaba del viaje y luego agregaba "es un grupo muy liberal".    

  Cualquier viaje al Peru es obligatoriamente un peregrinaje culinario.  Lima, mas fea que bonita,  tiene escondidos entre sus calles polvorientas un elenco de restaurantes magicos donde, para desgracia de los pulpos, camarones y corvinas, se come espectacular. El martes almuerzo en Amor Amar http://www.amoramar.com/ y cena en Simposium, el miercoles almuerzo en El Mercado http://newworldreview.com/2010/11/el-mercado-lima/ y -a manera de introduccion para nuestros amigos de Espana que acababan de aterrizar-  cenamos en la Huaca Pullana, un restaurante comodamente recostado sobre unas ruinas pre-incas iluminadas de noche en medio de la ciudad http://www.resthuacapucllana.com/.  El viernes, para darles la bienvenida a Jorge y Veronica, almorzamos en Pescados Capitales, siete devotos feligreses sonrientes y hambrientos en el templo del pescado y el limon http://www.pescadoscapitales.com/.  El largo almuerzo (un desfile de aletas, tentaculos y antenas) fue solo la antesala a una larga y entretenida cena en La Gloria sentados a unas pocas mesas del ex-presidente Alejandro Toledo y sus amigos http://www.lagloriarestaurant.com/.   Un verdadero festival gastronomico, comimos mucho y variado, de todo menos cacahuete porque a Mia le da alergia ("Mia, cacahuete es mani en Peru" le deciamos con carino para que estuviera pendiente). 
Huaca Pullana
Nuestra ultima tarde en Lima, durante la breve pausa entre restaurantes,  visitamos el museo de Enrico Poli, la coleccion privada de arte colonial y precolombino de un pedante inmigrante italiano venido a mas.  Las habitaciones de su casa, una casa cualquiera en el barrio de San Isidro,  estan repletas de muebles coloniales maravillosos y decenas de pinturas de la escuela cusquena que sirven de pretexto para la "nueva" historia del Peru que nos cuenta Poli junior, una relectura resentida y fragmentada de los excesos y pecados de los conquistadores.  Nuestros amigos catalanes, algo aludidos pero no intimidados por las muchas referencias de Poli a las maldades de Pizarro y sus espanoles, estaban igual de asombrados que nosotros con los muebles y la plateria, con los adornos de monasterios y conventos que Poli probablemente compro por unos cuantos soles a alguna monja en apuros.  Nos cuenta de cuando Pavarotti visito la casa y trato de comprar uno de los muebles ("este, el unico bargueno en el mundo que sobrevive intacto" nos dice Poli) y como su padre se rehuso a venderselo cantandole un "no" en do mayor.  Atravesamos un pequeno patio interior de palmeras y entramos en las que fueron alguna vez las habitaciones de servicio de la casa, unos cuartos pequenos donde hoy guarda -sin proteccion alguna- una coleccion impresionante de piezas precolombinas.  Oro, muchisimo oro (seis trompetas de oro macizo con las que facilmente pudieron haber derrumbado las murallas de Jerico), momias, telas, vasijas, figurillas humanas en posiciones de kamasutra andino y mantos de plumas.  Todo comprado a huaqueros sin escrupulos (ladrones de tumbas) durante los ultimos 60 anos.
    Esa noche nos acostamos satisfechos, bien apertrechados de calorias, listos para la proxima etapa del viaje.  Al dia siguiente volabamos a Cuzco.
  
Hotel Monasterio en Cuzco



Nos recibieron con bombos y platillos




Todo el mundo nos advierte del soroche o mal de altura.  Asi que, atentos a los consejos, bajamos muy lento del avion, caminamos lento a buscar nuestras maletas, entramos al hotel Monasterio pasito a pasito y nos sentamos a tomar te de coca.  Nuestro hotel es un antiguo convento http://www.monasteriohotel.com/web/ocus/hotel_monasterio.jsp renovado hace unos veinte anos.   Los cuartos algo lugubres  tienen  oxigeno adicional y un televisor extranamente empotrado, los pasillos con musica gregoriana y el desayuno celestial.  Cuzco (o Cusco o Cosco, que tiene una ortografia escurridiza) nos dicen significa ombligo en Quechua. La ciudad era la capital del imperio inca,  el centro  del Tahuantinsuyo, el largo y ancho territorio que se abria a los cuatro puntos cardinales desde Colombia a Chile y el norte de la Argentina.  Si la Koricancha, el templo mas importante de la ciudad ocupaba el lugar del mismisimo ombligo del imperio, nuestro hotel debe estar entonces por alli por la entrepierna por donde comienza la ingle,  perfectamente ubicado a unas dos cuadras de la catedral y la Plaza de Armas.  Nuestras media-chirimoyas  se retiran a descansar a sus aposentos mientras que nosotros, fuertes, osados y  sedientos de  aventura, salimos a explorar la ciudad.  En la Plaza de Armas encontramos montones de turistas entremezclados con los locales, cerca de la estatua de Pachacutec una banda marcial vestida de rojo se deja tomar fotos.  No puedo dejar de imaginarme la entrada de Pizarro alla en 1532, el espectaculo que habra sido la ciudad en todo su esplendor cuando todavia estaba fresca la memoria de los Incas y del recien asesinado Atahualpa.  Nos montamos en un taxi y le pedimos al chofer que nos subiera a Sacsayhuaman, las antiguas murallas incas de piedras inmensas (ciclopeas dice la guia de turismo) en las afueras de la ciudad.  El taxista, el primero de una cadena de Victores que conoceriamos en el viaje, nos alegro la tarde.  En la radio tenia el juego de futbol del Cienciano de Cuzco contra el Alianza de Lima.  Mia (fanatico del Barsa hasta los calzoncillos) escuchaba con atencion las incidencias del partido mientras veia -algo asustado- como Victor adelantaba otros carros en las curvas.  Visitamos las ruinas y desde alli cerca un mirador desde donde habia una vista espectacular de Cuzco (o Cusco o Cosco) con una luna inmensa de fondo.


Sacsayhuaman
"Habra sido buena idea venir para aca?


   Mia, que era la primera vez que venia a America Latina, estaba preocupado porque la ruta que Victor tomo de vuelta subia en vez de bajar: "tio, nosotros no vinimos por este camino" nos decia  en voz baja algo preocupado sospechando que estabamos siendo secuestrados.  Al fondo el Alianza de Lima atacando en los ultimos minutos del tiempo de descuento.  El buen sentido del humor de Victor era contagioso, casi no podiamos hablar de la risa.  Luego de varias curvas y muchas carcajadas, nos dejo sanos y salvos (y sin pedir rescate) en nuestro hotel.   Esa misma noche nos encontramos en el lobby del monasterio con el segundo de los Victor, Victor Rolins se llamaba el guia que nos llevaria a Choquequirao ("mi segundo nombre lo escogio mi papa porque le gustaban los Rolling Stones" nos aclaro).    Luego de una cena lenta en el restaurant Limo con vista a la Plaza de Armas http://www.cuscorestaurants.com/eng/limo.php  le dimos las buenas noches a Jorge "Manilow" y Edu "Sesto",  era hora de dormir.

Jorge con Victor (el secuestrador)
Como ocurre siempre con este tipo de excursiones, todo el mundo se despierta con energia el dia que comienza la aventura, todos estrenando la ropa de safari, posando limpios y sonrientes para la foto de rigor a la puerta del hotel.  Nos montamos en el carro amarillisimo que nos llevaria a Villa de los Loros a cinco horas de carretera valle adentro en la provincia de Apurimac muy cerca del pujante pueblo de Huanipaca (donde solo hay un telefono.)   Durante todo el camino, a intervalos de 10 minutos, Jorge iba avisandonos amablemente y con absoluta precision cual era la altura que marcaba su reloj: estamos a 3245 metros, a 3235 metros,  a 2452 metros..........Al fondo, el pico Salcantay nevado, blanco y frio sobre el cielo  azul.
El Salcantay
El trio catalan
(El trio català)
Rio Apurimac

Victor Rolins y Rodrigo nuestro cocinero
"Que viaje tan cool organizo mi novio!"
El nevado de Salas y, al fondo, el de Salcantay.

   Marco, nuestro anfitrion en Villa los Loros, una suerte de Sr. Rourke con fuerte acento italiano, nos recibio (antes de ni siquiera saludarnos) con el siguiente discurso: "Acaban de llamarme para decirme que un grupo guerillero acaba de interceptare a unos turistas camino a las ruinas de Machu Pichu.  A los turistas normalmente no les piace que los apunten con las mitralletas.  Pero no hay nada de que preocuparse, no se asusten ustedes.  No estan en peligro.  Solo se los comento porque acaban de contarme lanoticia  y tenia que externarla".  Nos reparte las llaves de nuestros cuartos, unas cabanas  de decoracion sencilla, y nos cita para cenar a las 7.30.  Empiezo a notar cierta preocupacion   entre algunos de mis co-viajeros que no habian leido con suficiente detenimiento los correos electronicos que mandaba semanalmente con la descripcion del viaje a Peru y, sobre todo, de la caminata.  Jugamos futbolin esa noche (Edu fenomenal, Casillas e Iniesta en uno) y luego una buena cena durante la cual Jorge interrogo a Marco sobre como a alguien se le puede ocurrir mudarse de Roma a las afueras de Huanipaca.  "Giorgio" le respondia afectuosamente Marco, "Italia  y Europa, sobre todo despues del Euro, no sirven para nada. Europa esta arruinada.  No hay niente que facere alla, aqui esta todo por hacerse.  Alla te prohiben todo, aqui en Peru se puede facere de todo".  Giorgio lo miraba esceptico.  "Marco todavia hace todos los calculos en Liras" me decia Giorgio, "debe ser que se esta escapando de algo" insistia  extranado camino a la cabana esa noche, "no puede tener otra explicacion".
Villa Los Loros
Minutos antes de nuestra partida

Giorgio e Marco friends 4ever
Salimos muy temprano caminando sonrientes valle abajo hacia el rio Apurimac.  Desde el sendero se veia en la distancia la montana empinadisima que hay que subir para llegar a Choquequirao.  Sobre la ladera a lo lejos nos mostro Victor el camino zigzagueante que se perdia loma arriba: "ese sendero que se ve alla es el que hay que subir" y senalaba con el dedo un electroencefalograma escrito en la piedra.   Luego de unas tres horas nos paramos a almorzar a la orilla del rio.  Cruzamos un puente colgante y a subir.  Con nosotros, de ultimo con un arriero, un caballo de emergencia para los rezagados que comenzaba a guinarle el ojo a Jorge.  Del otro lado del puente comienza una subida lenta de siete kilometros infinitos.   Veronica de primera y todos nosotros, sudados y muy cansandos, a un paso cada vez mas lento.  Largo, muy largo y empinado y a nuestra derecha un precipicio y vistas espectaculares.   Cinco horas mas tarde (cinco horas y media para los mas demorados del grupo) llegamos a un pequeno campamento, una terraza de grama (cesped para Ana, Edu y Mia) donde nos esperaban nuestras mulas.    Solo habia duchas de agua helada y Mia gritando improperios en el espanol mas castizo cada vez que se mojaba "pero es que no me lo puedo creer tio" repetia mientras trataba de secarse con la toalla del tamano de una servilleta que Marco nos habia dado.
Sendero a Choquiquerao (empinado!!!!)

Antes de la subida







Puente sobre el Apurimac
El campamento queda mas abajo de las ruinas a unos 40 minutos a pie de la plaza central de Choquiqerao.  Esa tarde solo Edu y yo nos aventuramos a subir.   Choquiquerao (que significa cuna o trono de oro) es una ciudad imponente de la que apenas el 20% ha sido excavado.  La ciudad descansa recostada a ambos lados de la sierra al pie de picos nevados sobre profundos canones.  Igual que Machu Pichu, jamas fue visitada por los espanoles.  En su momento de esplendor se calcula que la habitaron entre 1000 y 1200 personas que recibian visitas periodicas del Inca.  Las terrazas de Choquequirao son las unicas en todo el Peru que tienen mosaicos decorativos, llamas en piedra blanca y motivos geometricos que las adornan.  Un sistema de riego recoge agua del deshielo repartiendola por la ciudad y por las terrazas donde cultivaban papas y maiz.    Mientras Edu y yo recorriamos las ruinas entretenidos, abajo en nuestro campamento, sin nosotros saberlo, Jorge (acabado de duchar con agua helada) comenzaba a gestar la insurreccion.  A eso de las 8.30 de la noche nos acostamos luego de una buena cena preparada por Rodrigo nuestro cocinero ("pero es que no me lo puedo creer tio" se empezo a escuchar desde una de las carpas cuando Mia descubrio que tenia que meterse en un saco de dormir usado.  "Como hago?" se preguntaba a si mismo en voz alta "estoy muy apretado en este sleeping bag y yo solo puedo quedarme dormido en posicion fetal").  Afuera una noche estrellada maravillosa, a nuestro lado 10 tiendas de campana de un grupo de noruegos nada estrenidos y bastante conversadores.  Yo dormi profundo esa noche, el resto no tanto.
Terrazas de cultivo


Veronica llegando de primerita, Jorge un rato mas tarde

Edu en Choquequirao









"Edu, donde esta mi crema de ojos?"


 Llego el amanecer y con la salida del sol el golpe de estado.  Apenas Jorge abrio los ojos reunio al resto (que ya hacia horas estaban despiertos) y los llamo a sublevarse bajo el lema de "ni un dia de carpa mas".   Luego de una votacion apurada se aprobo la mocion (con mi voto salvado) de no pasar una noche mas en el campamento y volver a Villa los Loros.  Veronica y Mia decidieron acompanarme a visitar las ruinas de nuevo antes de bajar, el resto del grupo comenzo de inmediato el viaje de regreso (Ana, Vanessa y Jorge sin haber llegado a Choquiquerao. "Són només pedres" le decia Edu a Ana en catalan para que no se sintiera mal).    El regreso fue largo y seco, la logistica algo improvisada y el esfuerzo fisico exigente.  Aun asi, disfrutamos todos del paisaje y de los placeres de la campina peruana incluyendo los tres toros (o vacas con cuernos, que para le caso da lo mismo) que nos emboscaron en los matorrales ya casi llegando al hostal.  Nosotros, cual Hansel y Gretels andinos, perdidos sin guia tratando de encontrar el camino de vuelta a la Villa de los Loros.  Cuando faltaba una hora de camino aparecio Marco para rescatarnos en su camioneta.   Esa noche, cansados y cojeando, felices de dormir en camas y tener agua caliente, orgullosos de nuestra hazana, cenamos con Marco fetuccinis y turron hechos en Abancay con musica de Soda Stereo de fondo.  Fue una cena muy (muy) entretenida.


Ana, Vanessa y Jorge en la cima de Choquequirao

En Villa de los Loros

Camino a Urubamba














   Los proximos cinco dias nos entregamos al lujo y el hedonismo en el Tambo del Inka en el Valle Sagrado http://www.starwoodhotels.com/luxury/property/overview/index.html?propertyID=3285.  Todo en el hotel es del mejor de los gustos.  Las habitaciones impecables, las camas mullidas, el restaurante y el servicio inmejorables. Desde Urubamba hacemos excursiones cortas.  Una tarde al mercado de Pisac para comprar artesania, una manana en bicicleta de montana a visitar las ruinas de Moyra y las blancas, blanquisimas, blancuzcas salinas de Mara.  El 19 de agosto, el dia del cumpleanos de Jorge, nos despertamos temprano para ir a Machu Pichu en tren. Siguiendo de nuevo los pasos de Bingham, esta vez con comfort, pasamos varias horas recorriendo las espectaculares ruinas. Fueron cinco dias de descanso y buenas conversas, de masajes, de juegos de backgamon y mucho lomo saltado (el mejor el de los Tres Keros que Vero descubrio)


Tambo del Inka 


    













Salinas de Mara



La ultima tarde despues del almuerzo decidimos Jorge, Edu y yo ir buscar un lugar en Urubamba donde tomarnos un pisco.  En una ferreteria nos dieron direcciones para llegar a casa de Tranca Fija (que asi le decian porque tiene una pierna mas corta que otra y cuyo nombre verdadero era, para sorpresa de todos, Victor).  Lo encontramos, tal como nos dijeron, parado en la puerta de su casa listo para conversar.  Pasamos una tarde inolvidable con Tranca escuchando historias y fingiendo que tomabamos ron.  Nos conto de sus peripecias sentimentales alla en sus anos mozos, nos ofrecio llevarnos a encontrar un tesoro inca a cuatro dias de viaje en una cueva llena de murcielagos (si supiera Tranca  que el problema no son los murcielagos sino las tiendas de campana), nos hablo de como jugaba futbol de pequeno ("me llamaban el Maradonita") y de las bondades de la piedra pomez para el cutis.  Su esposa nos traia muy amablemente botellas de Coca Cola mientras Tranca nos contaba del insaciable apetito sexual de su abuelita que en paz descanse.  Nos ofrecio varias veces su casa y su horno de lena, nos pidio que lo volvieramos a visitar, nos conto de una espanola de quien quedo enamorado y nos dio un fuerte abrazo de despedida.  Hay que volver a Urubamba le decia yo a Edu sentados en un mototaxi camino al hotel y el, que era el unico que en verdad habia tomado ron, me decia c: "claro tio, si la hemos pasado bomba".


Desfile de modas en el tren de Machu Pichu