En Madagascar una tarde hace ya tiempo

En Madagascar una tarde hace ya tiempo
no, no soy yo

domingo, 23 de enero de 2011

Camila y su papa de mantequilla (en Miami y Aruba)

     Dicen que los hijos, en algun momento durante sus primeros anos, estan convencidos de que sus padres tienen poderes sobrenaturales: Papi vuela, Papi sabe lo que comi con solo ver por mi ombligo,  Papi hace hablar a los peluches, Papi es mas fuerte que Hercules,  Papi quita el dolor con un beso y unas palabras magicas (las mas de las veces con un desentonado y poco original "sana, sana, culito de rana").  Poco a poco, a medida que van pasando los anos, los hijos se van dando cuenta de que Papi salta pero no vuela, de que no es dificil adivinar que comi si siempre almuerzo lo mismo, que hay mejores ventrilocuos, que Hercules, Jose, Luis, Juan, Fernando y todos los que trabajan en el edificio son mas fuertes que Papi, que no todos los dolores se curan con el analgesico de rana.
   Los padres tambien descubren que sus hijos, desde el momento que nacen, tienen poderes sobrenaturales. Desde muy pequena Camila ha tenido, entre otros, el poder de derretirme, de derretirme con solo una mirada.  A diferencia de mis superpoderes, que cada dia me cuesta mas mantener, los de Camila cada vez se hacen mas fuertes, mas misteriosos, mas encantadores.  Basta con que me vea de reojo, con sus ojos azules azulisimos, para que yo -tan grande, tan serio, tan fornido y corpulento-  me convierta en mantequilla.  Este diciembre Camila y su papa de mantequilla fueron de paseo a Miami y Aruba.

    Fue casi una semana y dos escalas: Miami y Aruba; la primera, para que Camila arroje las flores en la boda de mi linda sobrina; la segunda, para nadar, llenarnos de arena, comer chocolate, y jugar  embadurnados de protector solar.   Sobre Miami o Aruba no tengo tanto que contar, sobre Camila, en cambio, podria escribir largo, podria pasar mucho tiempo describiendo su sonrisa de complice o su pelo alborotado cuando se despierta en la manana, haciendo la lista de preguntas que me hace, contando como se encarama encima mio cuando vemos Peter Pan o la Novicia Rebelde (por vez 200!), podria escribir el diario infinito de un papa hipnotizado y mimador.   Por ahora, y para respetar la linea editorial de este blog de viajes, les contare solo de nuestro corto paseo de diciembre.


    Salimos de Nueva York un sabado, un sabado de invierno, al mediodia.  "Papi, la semana que viene todos mis amigos van a estar en clase y tu yo vamos a estar de vacaciones en la playa" me decia Cami con muy poco remordimiento de conciencia. Yo, felizmente desempleado, que pensaba en todos mis amigos trabajando sentados en una oficina, me sentia igual que ella.   "No puedo creer que ya llego el dia", me decia emocionada en el carro camino al aeropuerto mientras hacia el chequeo de todo lo que tenia que llevar: "la cesta de las flores?, mi vestido?, los zapatos? el DVD player con las peliculas? el regalo de Nathalie? la camara de fotos rosada? la mascara de snorkling y el tubo?........."     Luego de unos cuantos "cuando vamos a llegar papi?" aterrizamos en Fort Lauderdale y nos encontramos con mi sobrino Nadav y su esposa Annabella que fueron a recogernos al aeropuerto.  Esa noche Abuelin y tia Esther de Israel con regalos, cena, Baci y Nutella ladrando, postre, algo de tap y hip hop, una (dos, tres...) peliculas de DVD, otro postre, rodeos y pretextos, hasta que finalmente cayo dormida sonando seguro con su prima Nathalie y el vestido blanco que iba a llevar a la boda.

 Ese domingo desde temprano la emocion que se siente el dia de una boda de alguien cercano: llamadas de telefono, arreglos de ultima hora, nosotros y todos los demas algo tarde, hermanos fotografos y sobrinos con flashes, peluqueros conversadores, tortas rascacielos, maquillaje, ganchos de ropa, flores, centros y esquinas de mesa,  Nathalie y Roberto encantadores, la familia sonriente, y Camila practicando el movimiento para arrojar los petalos mientras se acomodaba el cintillo.  Yo acordandome, nostalgia de tio viejo supongo, ese 31 de diciembre de 1986 tarde en la noche cuando metido en una caseta de telefono en Lyon me entere que habia nacido Nathalie.  Parece como si hubiera sido ayer (comentario de tio viejo supongo).


    Llego el rabino, cayeron (al ritmo perfecto) un monton de petalos frente a la novia, hablo y canto el rabino, tomaron vino, intercambiaron anillos,  leyeron contratos nupciales en hebreo, un vaso que estallo, abrazos, mazal tov y una fiesta estupenda.  Musica, flashes, mascaras y plumas, comida y postres deliciosos todo intercalado de muchos "que grande esta Camila!" y de infinito baile.  Nos fuimos a dormir tarde esa noche, Cami sonando seguro con una piscina larguisima y los  misteriosos divi-divis (esos arboles encorvados que le conte hay en Aruba y que se parecen a los baobabs del Principito).


      Los aeropuertos de lugares de vacaciones tienen un olor especial, se sienten distintos.  Se baja uno del avion emocionado, de buen humor, con ganas de llegar muy rapido al hotel y saltar a la piscina.   Camila me dice al bajar del avion que ella quiere disfrutar de "todo lo que Aruba has to offer", yo estoy de acuerdo pero no puedo evitar preguntarme donde escucho ese slogan publicitario.  La gente en el aeropuerto se ve simpatica, nadie tiene preocupaciones, el stress -siente uno- lo confiscan en la aduana.  "Bon bini", nos dijo la senora de inmigracion y a los dos minutos estabamos atravesando Oranjestad en una camioneta vieja camino a encontrarnos con Jessica y Nicole, las primamigas de Camila.   Ya instalados en su apartamento -y embadurnados de protector solar 300- salimos a conquistar la playa del otro lado de la calle.  "Papi, no me sueltes" me implora  Cami cuando nos metemos los dos en el agua a saltar olas mansas, jugamos a la arena movediza, hacemos y deshacemos castillos de arena, nos echamos en la playa a no hacer mucho, abrumados con el dilema de si volver a la playa o ir a la piscina.  Herman y Alfredo, mis buenos amigos, algo mas grandecitos pero igual de encantadores, me llaman para que contemos viejas historias (anecdotas que son como un balsamo magico, un tonico revitalizador).  Entre risas y ganzadas comienza a oscurecer, nuestra proxima tarea era donde cenar.
  Aruba trae recuerdos, memorias de antes del exilio, de la Venezuela amable y de buen clima, de los paseos de fin de semana largo.  Caracas,  a 25 minutos de avion de Aruba, queda a varios siglos de distancia.  Hay ahora menos venezolanos que antes pero todavia se encuentra uno con caraquenos en terapia de recuperacion, desintoxicandose de trafico, de Chavez y del coco de los secuestros express.  Se los encuentra uno en la playa, muchos en el Marriott, tomando Aruba frosties, quejandose de todo, calculando los precios en bolivares viejos,  hablando de donde y cuando piensan emigrar.    Veo a algunos antiguos amigos de bachillerato, jugamos con sus hijos y ellos entre ellos, damos con Camila, Jessica, Emilia y Nicole infinitas vueltas en el lazy river del hotel, a pesar de ello nos piden una vuelta mas.  La rutina de la semana es deliciosamente aburrida: playa y piscina, piscina y playa, piscina y piscina, playa y playa, todas las combinaciones posibles a no mas de 15 minutos en carro. En las noches, de vuelta en nuestro apartamento, bailamos y cantamos disfrazados (ninos y grandes) al son de ABBA y Hector Lavoe.  Las ninas a dormir, los padres un rato mas despiertos contando las mismas historias otra vez, riendonos de nosotros mismos.





     Tal vez porque uno tiende a idealizar el pasado o tal vez porque  en estos anos he conocido muchas otras islas, cualquiera que sea la razon, Aruba me parece menos pintoresca de lo que era, menos "cool", mas congestionada de lo que deberia ser,  atragantada de franquicias,  repleta de familias de New Jersey buscando donde conseguir la proxima sobredosis de calorias.   Hay todavia, supongo, rincones de la isla donde se esconde el carisma, donde se siente el caribe holandes, el ritmo del papiamento.  Pregunto por el puente natural, un puente al norte de la isla que antes se visitaba, y me cuentan que se cayo, que una tarde, luego de miles de anos, llego una ola de mas (pudo haber sido tambien, sospecho, el peso de una familia de esas de New Jersey tomandose una foto).  Se siente un poco como si toda Aruba, igual que el viejo puente, se ha erosionado, que los cruceros y casinos, las legiones de turistas y los nuevos centros comerciales comienzan a doblarle las espaldas. 

   Finalmente llega el viernes y toca volver al frio.  Vamos al aeropuerto ("Papi empacaste mi camara rosada? mis peliculas de DVD? mi mascara de buceo?"), hacemos aduana y muy pronto estamos en el avion viendo peliculas y dibujando (y yo feliz con mi hija).  "El mundo con ser el mundo en la mano de una nina cabe" dice uno de los ultimos versos de uno de los poemas de Sobre los Angeles, un viejo libro del viejo Rafael Alberti que lei hace muchos anos y que hoy,  mientras vuelo con Cami, me viene a la memoria.   Cuando la veo me doy cuenta que el mundo entero, con todas sus complicaciones, con sus playas y rascacielos, con sus confusiones y stress,  con sus sorpresas y aventuras, cabe en la mano de Cami.   Nosotros, los papa de mantequilla, lo sabemos.