En Madagascar una tarde hace ya tiempo

En Madagascar una tarde hace ya tiempo
no, no soy yo

domingo, 19 de junio de 2011

"Papi, que es nostalgia?"


Una de las ventajas de vivir y estudiar mas arriba del tropico de cancer es la costumbre de tener vacaciones escolares en cada estacion.  Aqui, en la zona templada, los ninos tienen “winter” y “spring break”, una bienvenida pausa de una semana para aliviarles la rutina de los estudios.  “Papi, quiero ir contigo de vacaciones en mi winter break” me dice Camila y comienza a leerme una lista que ella preparo de posibles destinos: “Italia, Espana, Mexico, Republica Dominicana, Washington….” “Vamos a Washington Camila” la interrumpo yo temiendo que la lista se vaya haciendo cada vez mas exotica,  antes de que lea las Islas Maldivas o Seychelles.   “Si papi!!!! Vamos a Washington” me dice emocionada y yo, emocionado tambien, me pongo a planificar el viaje.   Durante las semanas siguientes me pide que le repita una y otra vez el itinerario que prepare:  primero el Capitolio, ese mismo dia el museo de aviacion, Mount Vernon (la casa de Martha y George Washington), la imprenta donde hacen los billetes, el museo de espionaje y, si nos da tiempo, el museo de ciencias naturales. “Papi, puedo llevarme un vestido elegante para salir a cenar?”, “Claro Cami, vamos a tener una cena elegante la noche que veamos a tu prima Tania”.

Air and Space Museum

Mount Vernon

Con Martha y George



         Los viajes en tren tienen un encanto especial, un sabor de antano, tiene que ver con el ritmo, con el bamboleo y los sonidos, con el subir y bajar de la gente, con el paisaje por la ventana – a veces nitido a veces borroso-, hay algo que te conecta con otra epoca y otro lugar, que hace placentero el trayecto, que adormece el stress, que anestesia el apuro.   Esa manana nos sentamos contentos y sonriendo (muy contentos y muy sonrientes) en nuestras butacas de tren y a los pocos minutos nos pusimos a ver juntos las primeras peliculas de la larga libreria de DVDs que llevamos.  La estacion de tren en Washington es una buena puerta de entrada a la ciudad.  Le digo a Camila que este pendiente, que vamos a ver de cerca el Capitolio y la Casa Blanca   Salimos a la calle y nos pega en la cara el viento frio de enero y con el  -sin yo esperarmelo- una avalancha de recuerdos.
       Washington fue, dos veces alla en los noventa, el lugar que llame casa.  La primera vez, por poco mas de un mes, en agosto de 1993. Hacia calor ese agosto cuando llegue, bastante jovencito y con el ingles poco pulido, a tomar un curso introductorio al sistema legal americano al que me mandaron antes de comenzar mis estudios en Boston.  Fue un mes maravilloso de esos que duran varios meses.  Vivi en la universidad, en Georgetown, en un apartamento que tuve la suerte de compartir con dos amigos entranables: Firoz Cachalia y Antonio Garza, que al igual que yo acababan de llegar –jovenes, flacos y de buen humor- a los Estados Unidos.  Entre nosotros tres, tal vez por las cervezas que puntualmente nos tomamos juntos cada tarde, nacio un carino no ha hecho sino crecer descontroladamente durante los ultimos dieciocho anos.  Fue un largo agosto de expediciones (Baltimore, Nueva York, Virginia, Maryland...), de poco estudio, de planes y promesas. Washington, sin yo saberlo, se  convirtio en la ciudad natal de esta segunda parte de mi vida.   Mi segunda vez en Washington fue por seis meses en junio de 1995, un junio igual de caluroso que ese primer agosto.  Llegaba yo con un curriculum bastante escueto (y muy sudado) a mi primer trabajo en el Banco Mundial.  No fue una larga estadia; tan solo un verano, un otono y medio invierno (de infinita nieve).  Fueron seis meses de trabajo (no mucho), de paseos en bicicleta y canoa por el Potomac, de tardes en los museos (mi favorita, la coleccion pre-colombina en Dumbarton Oaks) y largas tertulias con el bueno de Ricardo Tejada y la encantadora Paloma. Muchas noches comiendo senegales en Adams Morgan, fingiendo que bailabamos salsa en el no tan famoso Havana Club (haciendole creer a la gente que Ricardo y yo acababamos de bajarnos del Mariel), trepando las montanas de nieve luego de la legendaria tormenta de diciembre del 95.    Un monton de recuerdos, asi de repente y sin esperarlo, todos atropellandome a la salida de la estacion tren.  
      Fuimos a nuestro hotel, un Westin impecable en Georgetown y –a sugerencia de Cami- nos quedamos descansando el resto de la tarde.  Esa noche mientras cenabamos en la habitacion (“Papi, pide room service pliiiiiiiiiiis”) le explique a Camila que sentia mucha nostalgia y que al dia siguiente antes de ir al Capitolio la llevaria al edificio donde yo vivi (un edificio con poco angel en una esquina en Foggy Bottom con un lobby muy frio y una piscina minuscula en la azotea).  “Que es nostalgia papi?” me pregunto Cami y yo me quede callado por un momento, pensativo, tratando de explicarme a mi mismo lo que sentia para poder explicarselo a ella.  Como ocurre con frecuencia con los ninos,  las preguntas mas sencillas resultan dificiles de responder, nos obligan a redescubrir lo descubierto, a explorar de nuevo lo que creiamos explorado.  Como me sentia yo? Que sentia? Era tristeza, alegria o una extrana mezcla de los dos?  Es agradable o desagradable la sensacion? Es contagiosa? A que edad comienza a darnos nostalgia? Como se cura?  Cuando se va?    “Cami, nostalgia es cuando uno recuerda con carino algo que paso, cuando uno extrana algo, una epoca de la vida o un lugar”  Como explicarle que cuando uno es nino –o joven- la nostalgia suena raro, suena a viejo, que yo la presentia –a veces- cuando escuchaba a mi papa hablando con sus amigos de Rumania e Israel, de la Caracas de antes, que yo sospechaba que la nostalgia estaba guardada en ese album de recortes de periodico sobre el club social Macabi que mis padres fundaron al llegar a Venezuela (un album que nunca vi pero que mi papa y mi mama decian les habia robado un amigo).  Como explicarle a Camila que asi como cambian ciertas cosas con la edad (uno empieza a dormir con pijama completa, comienza a gustarnos la pimienta y las alcaparras) asi, parecido, nos visita la nostalgia, comenzamos a recontar viejas historias,  recordamos recuerdos, repetimos anecdotas,  hablamos de calles, de chucherias que comiamos de ninos, de propagandas de television, de  amigos que estan lejos o no estan.  “Cami, nostalgia es cuando uno viaja por un instante a otro lugar y a otro momento donde uno vivio”.   Pense en explicarle lo que se siente a veces cuando uno come una аrepa,  un pepino encurtido como los que hacia mi mama, un buen pirulin, lo que me pasa cuando –como mi papa- me reuno con mis amigos y  hablamos de ayer y anteayer, cuando uno ve fotos viejas o cuando me tropiezo con un vendedor de mamones (mamoncillos) en alguna esquina de Madison o Lexington Avenue.  Camila me mira algo confundida, me pide que le cuente una historia para dormirse (una historia con los mismos personajes de siempre, los cinco personajes que inventamos cuando tenia 3 anos, los dos hermanos Fafa y Cacalata y sus tres primos: Bologni, Pastrami y Salami).  La historia esta noche es de un viaje de los cinco primos a Washington, se la cuento mientras le hago carino en el pelo y ella, que esta muy cansada, se queda dormida.  No me atreveria a despertarla ahora para decirle que presiento que recordare este momento con nostalgia, que estoy seguro que dentro de uno y cinco y siete y veinte anos recordare nuestros cuatro dias en Washington paseando contentos, con frio, agarrados duro de la mano y riendonos, que ya me da nostalgia el recuerdo de ella vestida de gala cenando conmigo y mi sobrina querida en el restaurante de la esquina de nuestro hotel la ultima noche del viaje.




3 comentarios:

Ricardo Seir dijo...

Me hiciste echar una lagrimita...sera porque me siento parte de nuestra nostalgia...
Un abrazo.

Pd si le puedo agregar algo al concepto de nostalgia, me remito al genio Joaquin Sabina: "No hay nostalgia peor, que a~orar lo que nunca, jamas sucedio"

Silvia dijo...

Daniel-

Me encanto tu blog. Los detalles son increiblemente bellos y tu manera de escribir me fascina. Estoy ansiosa de leer el proximo. Saludos y buena suerte. Silvia

Anónimo dijo...

Daniel, me gustan mucho tus blogs, particularmente este. Ademàs me dió mucha nostalgia...