En Madagascar una tarde hace ya tiempo

En Madagascar una tarde hace ya tiempo
no, no soy yo

jueves, 2 de mayo de 2013

Andamos Limando. Tercera Entrega: Me fui de polvos con mi mama y mi hermana



 

   Siempre he pensado que la segunda atracción más impresionante del Perú es Machu Pichu.  De piedra silenciosa, asomada al río Urubamba, con sus andenes y terrazas, imponente en medio del verde; la ciudadela de Machu Pichu es destino obligado de todos los turistas.  Aún así, a pesar de su magia y reputación, Machu Pichu no es el lugar más impresionante del Perú, esa distinción le corresponde a otro recinto maravilloso ubicado en el centro de Lima.   Allí donde termina el Paseo de la República, al costado de la Plaza Grau (el ubicuo Almirante Grau) no muy lejos del ya anciano hotel Sheraton, en las alturas de la avenida asomado al zanjón, rodeado de cevicherías y vendedores de frutas,  allí se yergue desafiante el majestuoso mercado de “Polvos Azules”, ciudadela comercial, laberinto de infinitas tiendas, refugio de bucaneros y piratas; Polvos Azules es la Somalia de la propiedad intelectual, Mogadiscio reencarnado en Lima. 

    Mi hermana y mi mamá vinieron de visita a Lima por unos días para mimar al pequeño Benjamín y aprovechar y conocer la ciudad.  Les hablamos, por supuesto, de la maravillosa ciudad escondida y quedamos en visitarla el fin de semana.  El domingo en la mañana nos alistamos los cuatro, Vanessa, mi mamá, mi hermana y yo, para ir de excursión a los Polvos Azules. 
         

 


     Yo, a estas alturas un avezado conductor por las calles de Lima, las llevé sin contratiempos a nuestro destino, una mole de varios pisos vistosamente pintada.   Paramos el carro en la azotea, bajamos una escalera y aparecimos en las entrañas de la criatura.  Polvos Azules es una galería inmensa de pequeñas tiendas (dos o tres metros cuadrados a lo sumo) ordenadas en una trama cuadricular a la manera de las primeras ciudades españolas, una colmena colorida, un festival de mercancía y miriñaques.  Perfumes y colonias (“señor, estos son originales importados de Panamá”), carteras “Luis Biton” y bolsos “Guchi”, champañas y vinos (me compré una botella de Tipo Pepe que tanto me recuerda a mi papá), toallas de colores, elegantes camisas (con el logo Lacoste más parecido a una iguana de Galápagos que al distinguido cocodrilo francés), relojes y electrónicos, teléfonos y accesorios (compramos estuches para nuestros celulares), chocolates importados y dulces peruanos, artesanía (llaveritos de llamas, toritos, tapices y telas), todas las películas del mundo a dos dólares (las que están ahora en las salas de cine en NY, las andanzas privadas de Paris Hilton con sus novios, las últimas series de televisión y las películas de arte y ensayo más difíciles de conseguir); mucha muchísima gente atareada regateando, todos en trance, gastando, familias paseando con racimos de bolsas en la manos, todos participando de la joven bonanza del Perú.   En una esquina hay un cubículo con una bandera de Venezuela con un anuncio que dice “se reciben cupos de Cadivi”. Un  peruano astuto invitando a sus hermanos venezolanos a que utilicen sus tarjetas de crédito.  Se trata de fingir una compra para que luego se les devuelva al cliente –descontada una módica comisión- el dinero en efectivo.  Uno de los canales que ofrece el socialismo bolivariano para que sus ciudadanos puedan disfrutar de dólares subsidiados. 
 

     Polvos Azules es testimonio del espíritu emprendedor y la energía inigualable de la economía informal, apología y rechazo del capitalismo, una suerte de criatura que libre de las ataduras de los aranceles, de la obligación de pagar impuesto y de la antipáticas normas de propiedad intelectual, crece y se multiplica descontroladamente dándole sustento a miles de personas.  Las autoridades se hacen la vista gorda, para la policía, la administración tributaria y los tribunales, Polvos Azules es zona franca, nadie le presta atención a las menudencias de la ley (entre otras, a las cláusulas leoninas de los tratados de libre comercio con las que Estados Unidos esperaba ilusamente controlar la pirateria), nadie fiscaliza las mercancías, nadie exige facturas, nadie se atreve a estrangular al gran bazar.  Que otro sea el que detenga la fiesta.  En unos meses cuentan que inauguraran un mercado mas grande, mas imponente aun que se llamara "El Megapolvo". 
      En Lima de hecho abundan los Polvos; además de Polvos Azules –el más grande hasta que abra el Megapolvo- hay, al menos que yo sepa, un Polvos Rosados y un Polvos Morados.  He preguntado muchas veces el origen del nombre y nadie, no sé si por pudor o por ignorancia, ha podido darme una buena pista.  Todos se sonríen, se les ocurren posibles explicaciones,  pero por decencia terminan diciendome que no saben.   La verdad es que el origen del nombre es mas simplon de lo que imaginamos; data de 1573 cuando el cabildo de Lima le otorga a un tal Gaspar de los Reyes, zurrador o surtidor de cueros, el monopolio por tres anos para curtir cueros de color azul.  A partir de ese momento la calle del negocio de Gaspar pasó a llamarse calle de los Polvos Azules y como allí se ubicaron originalmente los comerciantes terminaron adoptando el nombre de la avenida.  El actual Polvos Azules, que ya no está en la misma calle pero conserva el nombre, abrió sus puertas en 1993 luego de que un incendio acabo con la sede anterior.  
 
      Cómo se la historia del nombre?  La leí en su página de Facebook que tiene casi cincuenta mil seguidores.  Me hice amigo de los Polvos hace ya un tiempo.  Mi mama y mi hermana sospecho que lo haran muy pronto. 


miércoles, 3 de abril de 2013

Andamos Limando. Segunda Entrega: Por aqui paso Beny More o de como bailar al son del boom peruano


 
 
Por aquí pasó Beny Moré

y le metió candela

a Beethoven a Mozart a Vivaldi

los Beatles se salvaron porque le hablaron

largamente de algo parecido a la caída de un reino

                                                Victor Valera Mora, poeta venezolano


 

  Hay muchas maneras de medir el auge económico de los países.  Las más comunes, para muchos las más objetivas,  se valen de cifras –las que normalmente encontramos en la sección de negocios  de cualquier periódico local-.  Revisamos datos de crecimiento del producto interno bruto,  la tasa de desempleo, el comportamiento de la prima de riesgo, la tendencia inflacionaria, la solidez de la moneda, el déficit fiscal, el oráculo de los Bancos Centrales.  Hay también otras maneras más sencillas de diagnosticar la salud de la economía, medidas menos precisas, más anecdóticas, más cotidianas e intuitivas; medidas que, a menudo y por ello mismo, resultan más iluminadoras y, por qué no, más contundentes.   Se trata de medir la temperatura de la calle, el pulso de los peatones –todos, los ricos y los pobres-, el ánimo y las ánimas, los planes y anhelos (los públicos y los más secretos) de nuestros amigos y de los amigos de nuestros amigos, qué tanto mejor se imaginan que será mañana, con cuánto entusiasmo esperan la llegada de la próxima semana, del mes que viene.

  Leo ayer que Beny Moré, el legendario músico cubano, pasó por Perú en 1958.  Que en pleno auge de su carrera aterrizo en el viejo aeropuerto de Limatambo y de allí partió a recorrer Lima, Chincha, Ica y Pisco, que deleitó a los limeños más noctámbulos en el Embassy, la boite Las Brujas y el Olímpico.   La crónica de la visita de Benny Moré me lleva a pensar, casi automáticamente, en el número sorprendente de músicos y cantantes que desde hace unos años vienen a Lima.  Las paredes de la ciudad están empapeladas de propaganda promoviendo conciertos, los periódicos están llenos de anuncios; todas las semanas hay una banda o un cantante tocando, los teatros y estadios no se dan abasto, la gente compra las entradas con meses de anticipación. Vienen importantes artistas “internacionales”: Lady Gaga, Elton John, Marc Anthony (hasta Philip Glass!!) además de por supuesto todos los “regionales”, los de habla hispana, como Serrat y Sabina, Alejandro Sanz, Ana Belen y Victor Manuel, Silvio Rodríguez, Fito Paez y Gilberto Santa Rosa.  Perú, de repente, se ha convertido en una parada obligatoria en las giras internacionales, los empresarios locales y extranjeros con el ojo puesto en Lima.  Igual que los mejores toreros españoles y latinoamericanos, que desde siempre han anhelado torear en la venerable Plaza del Acho en el viejo Rímac; así, los músicos y cantantes se apuntan para cantar en el inmenso Estadio Nacional, en el pequeño teatro Maria Angola, donde se pueda. Hasta hace poco se veía muy cerca del Jockey Plaza, resplandeciente bajo la bruma limeña, la carpa amarilla y azul del mismísimo Cirque de Soleil.  No hacen falta cifras económicas ni hay que ser muy agudo para darse cuenta de que el nuevo protagonismo de Lima va de la mano del bienestar económico que vive el país.  En Lima hay hoy un público que no sólo tiene tiempo libre sino que también puede y quiere pagar entradas costosas –muy costosas- para ver a sus artistas favoritos.  No importa si es buen o mal negocio, lo que importa es que quienes organizan los conciertos y los artistas que vienen lo hacen con la expectativa de que harán buen dinero.  Parece haber una sed insaciable por eventos y espectáculos, un apetito omnívoro que –lamentablemente- ha convertido la oferta cultural en algo parecido a un un poco refinado buffet “all you can eat”.  Con las “estrellas” ha llegado una lluvia de meteoritos, de asteroides de la nostalgia, de artistas venidos a menos.  Por aquí pasaron Air Supply (casi que en un frasco de formol, con una bombona de air supply para poder completar el concierto), Richard Clayderman (con su pelo lacio), Menudo (si, un reencuentro de todos menos Ricky Martin, algo adiposos, con algo de dificultad para hacernos sentir la fuerza del fuego), Roberto Carlos (con su melena), Jose Luis Rodríguez (con su melena también), Hombres G (ya casi en la Z) y Bon Jovi, todos los originales y legiones de imitadores haciéndole homenajes a cantantes famosos, reencarnaciones de Nino Bravo, Leonardo Favio y hasta Nelson Ned.  Nosotros tratamos de ser selectivos, en dos semanas Ana Belén y Victor Manuel a petición de Vanessa, un día después Poncho López, un barbudo jazzista latino que me llamó la atención aunque no lo conozco. 

Perú vive un boom y supongo que así son las bonanzas; lo que está pasando con la oferta musical ocurre con todo.  Con las grandes mineras vienen los garimpeiros, con los mejores empresarios los charlatanes, con el capital la deuda, con los inversionistas más serios los vendedores de bálsamos y los encantadores de serpientes.  No es la primera vez que pasa, que los buenos tiempos se convierten en temporales.  Es por eso que aún en medio de la fiesta es importante detenerse y recordar que ya una vez pasó por aquí Beny Moré, que el “Bárbaro” llegó en medio del júbilo un 10 de junio y que unos días más tarde, el 21 de ese mes, volvio a Cuba.  Recordar que Beny vino y se fué.   

 



Nuestro precioso Benny (menos moreno que More)


 

domingo, 31 de marzo de 2013

Andamos Limando. Primera entrega: La batalla de Angamos


Benjamin de Newark a Lima / Febrero 18
 
Asi es, comenzamos a Limar hace unas semanas y seguiremos Limando por unos meses, hasta junio o julio tal vez.  Estaremos de regreso en Manhattan cuando vuelva la neblina al malecón de Miraflores, cuando se encapote el cielo de Lima; para ese momento los locales ya habrán cerrado sus casas en los balnearios de Asia, Poseidón, Santa María y Pulpos para mudarse, persiguiendo el sol, a los Cóndores, a otros pequeños valles más calientes.  Mientras tanto, y hasta que llegue el frío, estaremos Limando los tres (Vanessa, Benjamín y yo) en un lindo apartamento que alquilamos en un tercer piso con vista a las copas de los árboles del parque Roosevelt en San Isidro.   Los tres disfrutando de la ciudad, haciendo la cartografía culinaria de nuestro vecindario (escudriñando concienzudamente cada esquina y cuchitril), recorriendo la costa los fines de semana aprovechando las últimas semanas del corto verano limeño, explorando curiosos, viviendo (y tratando de entender) el “boom” peruano, compartiendo con amigos, comiendo mango y chirimoya.    “Andamos Limando” es la bitácora de nuestros meses en el Perú, ficción y realidad, nuestras modestas e íntimas “Tradiciones Peruanas” (ojalá  hubiera tenido un blog el talentoso Ricardo Palma ); son las notas desordenadas de nuestra estadía en Lima para futuro entretenimiento –valga la redundancia- de nuestro pequeño Benjamín.
Con mami en Pescados Capitales

Instalarnos en Lima no fue sencillo, la aclimatación tomó un mes.  Aterrizamos tarde una noche de febrero con muchas maletas (el coche del bebé cojo de una rueda, amputado por un verdugo de United Airlines), entregamos el formulario de aduanas y nos alumbra la simpática luz roja del semáforo (tuvimos que colocar cada una de las maletas bajo los rayos X), descargar y cargarlas todas de nuevo, en la puerta  felices de encontrarnos con nuestro amigo Nicanor (Kato, el habilidoso chofer del avispón verde, palidece comparado con el versátil “Nic”).  Manejamos del aeropuerto a la casa –el tráfico de Lima insomne como siempre- , llegamos a medianoche al que sería nuestro primer apartamento justo en la esquina de la avenida Angamos y Blas Cerdeña en la frontera entre San Isidro y Miraflores. 

Angamos fue una batalla naval en la que murió el almirante peruano Miguel Grau sellando la victoria de los chilenos sobre los peruanos y el fin de la campaña naval de la guerra del Pacífico.  Me llama la atención no sólo el elogio a la derrota (curioso el gesto de ensalzar el fracaso) sino también cómo se banaliza la historia cuando bautizamos calles y avenidas.  Angamos pierde su solemnidad al verla escrita con mala caligrafía en las ventanas de los ómnibus (destartalados la mayoría) que la recorren de oeste a este y viceversa, una avenida más abarrotada de tráfico, estridente, una dirección más en una inmensa ciudad.  Blas Cerdeña, la calle lateral, más pequeña y más calmada, honra la memoria de un general canario patriota de patillas frondosas y mal peinado, Gran Mariscal al servicio de la Confederación Perú-Boliviana bajo las órdenes de Andrés de Santa Cruz (antepasado remoto, tal vez, de mi buen amigo Alberto).  Blas Cerdeña está enterrado en la basílica de nuestra Señora de la Merced, hago una nota para recordar visitarlo en nuestro próximo paseo por el centro histórico de Lima.

 Muy temprano a la mañana siguiente, a las 7.31 para ser exactos, estalla de repente la batalla de Angamos.  Los buques peruanos Huáscar y Unión disparando cañonazos contra la flota chilena.  Obuses y metrallas en nuestras orejas, pandemónium matutino.  Un ruido infernal nos despierta, un taladro en la propia sien, decenas de obreros a centímetros de nuestro apartamento demoliendo lo que queda de una antigua casa, tenemos al lado –justo al lado, al ladísimo- una odiosa construcción. En el terreno de atras están construyendo un edificio!!   El pobre Benjamín se despierta por el movimiento más que por el ruido, nosotros despeinados y sorprendidos,  nos mudamos al corazón de Kandahar (ni siquiera Kabul) cuando pensábamos que veníamos a Lima.    “Si señor, ya pues, la construcción tiene meses y el ruido sólo se pone peor” nos dice resignado el amable portero del edificio.  Nosotros incrédulos nos acercamos a la obra a hablar con Victor, el ingeniero residente, quien nos confirma el aterrador pronóstico: “Si señor, ya pues, va a haber mucho ruido por los próximos meses” y agrega al despedirse “no se olvide que los sábados también”.   Los tres; Benjamín, Vanessa  y yo, nos miramos incrédulos, atónitos, estamos atrapados en la línea de fuego del boom inmobiliario de Lima (el mismo en el que, paradójicamente, vine a participar).  Inmediatamente y por un mes entero nos dedicamos a buscar un nuevo apartamento, tarea complicada.  Muy pronto descubrimos, al son del taladro, que la oferta de apartamentos amueblados no es el fuerte de la ciudad.  Nos toma poco tiempo aprender que cualquier cosa que diga “estilo colonial peruano” significa los peores muebles de la abuela y olor a viejo, que “buenos acabados” significa quien sabe qué y que si no muestras el pasaporte americano ni siquiera te quieren mostrar los apartamentos.  “Señora”  le dijo cariñosamente la dueña de un apartamento a Vanessa  “usted me dijo que su esposo es venezolano y los venezolanos son muy flojos.  Usted cree que él pueda pagar la renta?”.    Para complicar aún más la búsqueda no hay una base de datos centralizada, cada corredora corre por su cuenta, nosotros con dolor de cuello viendo todo el tiempo hacia arriba hacia las ventanas de los edificios para descubrir las pancartas de “Se Alquila” que cuelgan de los balcones.  Una mañana decidimos ir a ver apartamentos en el malecón, una fila de edificios altos en Miraflores con vista al Pacífico, los preferidos de los gringos y los surfistas.  Haydeé, una amable corredora de unos 65 años especializada en el malecón, nos lleva al primer edificio: “es en el piso 10, los veo arriba porque a mí me dan miedo los ascensores” nos dice.  Subimos y al rato entra ella en el apartamento jadeando, con la respiración entrecortada, a punto de insuficiencia cardíaca: “es negociable el precio” es lo primero que nos dice Haydeé cuando nos muestra los baños oxidados y los muebles de colores muy primarios.  Dos edificios más tarde, uno en un piso 15 y otro en un piso 10, estamos desilusionados pensando en el taladro mientras que Haydeé, la atlética Haydeé, insiste, todavía jadeando, en llevarnos a ver otros dos apartamentos.  En esos días descubrimos también que toma un mes conseguir las placas de un carro nuevo, que nuestra camioneta no cabe en el estacionamiento del edificio, que toma 15 días para que la compañía de telefono nos dé nuestros celulares, que llamar a un taxi de línea es un acto de fé, que devolver una compra en Ripley y pedir el dinero de vuelta es como pedirles que lancen un transbordador espacial.  Descubrimos también que los gringos y gringas –por más cubanos y venezolanos que sean- deben prestar atención a lo que comen cuando llegan a Lima.  Así es, a las 24 horas de nuestra mudanza me cuenta Vanessa que algo le ha caído mal, que no para de vomitar.  Esa misma noche estamos sentados en la sala de emergencias de la clínica Angloamericana conversando con un médico simpático, Vanessa atada a una botella de suero, “ya pues, eso le pasa a muchos extranjeros” nos dice el doctor con la misma resignación y fatalismo con la que el portero del edificio nos contó del taladro esa misma mañana. 
Finalmente, por obra de alguna providencia divina y los oficios de una buena corredora, conseguimos un apartamento que nos gusta.  Está en la calle Alberto Ulloa (no sé si bautizada así por el hijo o el padre, ambos diplomáticos reconocidos), da a un parque calmado y muy verde, está bien amueblado (con la excepción de una mesa que tiene como base un inmenso caracol de tierra, un escargot asustado con las antenas firmes) y, lo más importante, queda cerca de un café Havana donde venden los mismísimos alfajores, los originales.  Ya tenemos celular y casi tenemos carro. 

Poco a poco nos recuperamos del síndrome post-traumático de las primeras semanas, con el pasar de los dias es mas distante el recuerdo de la batalla de Angamos.  Todos, y sobre todo Benjamín, dormimos ahora en paz hasta las ocho de la mañana los sábados.  Nos despertamos sin sobresaltos, sonrientes, leemos el Comercio con calma, bajamos a pasear al parque, nuestra única preocupación es escoger donde almorzar, decidir cuál de los maravillosos comederos de Lima vamos a probar esa tarde.
Con su ninera Nancy!!
 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Carta abierta de Benjamin a Lucas; juntos domando la Costa Brava








Mi amigo Lucas


 Lucas, amigo, yo la verdad que la he pasado de lo mejor contigo este verano en la Costa Brava (la he pasado “guay”, como dices tú).

   Ayer fuimos a tu casa a despedirnos de tí pero estabas durmiendo plácido en el cojín de Maleni y no quisimos despertarte.   Edu y Ana, tu papá y tu mamá, nos prepararon una cena en la terraza, ellos hablaron y hablaron (yo la verdad que sigo sin entender eso de “la crisis en España”) hasta un poquito antes de las doce que nos levantamos para volver a nuestro hotel porque mi mamá cada vez se cansa más conmigo en la barriga y teníamos que hacer las maletas.   Como no pude verte anoche se me ocurrió escribirte esta carta para darte las gracias, para hacer la lista de las cosas que más me gustaron del viaje y para invitarte a Nueva York. 
La casa donde nos quedamos

L'Ampurda
Llabia

  
 Lo mejor de todo el viaje, al menos para mí, fueron los croissants de chocolate que comprábamos todas las mañanas en la pastelería Masvidal en Toroella de Montgrí (http://pastisseriamasvidal.com/menu.html) el pueblo que quedaba cerca de la maravillosa casa que alquilaron tus padres en medio del campo en L’Ampurdá al costado de la Costa Brava.   Mi papá, que sabe muchisísisisimo de croissants (y sobre todo de croissants de chocolates) repetía emocionado –mil veces- que era el mejor que se había comido en su vida: “es la textura perfecta, fresco y crocante, el relleno de chocolate no muy dulce no muy amargo y las dos puntas bañadas del chocolate negro a punto de derretirse” .  A mi mamá también le parecían sabrosos pero, para mala suerte mía, la sentía menos animada que mi papá tal vez porque a ella no le provoca mucho el dulce desde que quedó embarazada: “límpiate los labios amorcito que te quedó chocolate y migas en la barba” le decía mami todas la mañanas con cariño.   Déjame contarte Lucas de la pastelería y el pueblo porque a tí, que tienes sólo un mes y medio, nunca te dejaron venir con nosotros. 

Templo del croissant de chocolate

   Toroella de Montgrí parece a primera vista un pueblo cualquiera, pero créeme que no es así.   Al llegar pasas una rotonda de esas redondas que tanto abundan en España donde los carros parecen agarrar impulso para seguir su camino, y terminas en una calle principal de dos vías con una hilera de árboles en el medio.  Hasta aquí parece todo normal, esa es la misma impresión que tuvo mi papá el primer dia, pero espera, si te bajas del carro (que para ustedes es el Bugaboo y para nosotros el Seat Ibiza plateado que alquilamos) descubres el paraíso.   A un lado de la calle está la pasteleria de Masvidal, un templo a los carbohidratos (la casa del terror para los que le tienen alergia al gluten) atendido por dos señoras muy amables; Janet que es de República Dominicana y Marta que es española pero que antes de la “crisis” pasaba todas sus vacaciones en la República Dominicana.  Marta es la jefa de Janet y la esposa del pastelero, las dos son simpatiquísimas.  En Masvidal hay no sólo croissants sino flautas de jamón ibérico, pastelitos variados, y el mejor pan. A papi, que sólo tiene dos dias aquí, lo saludan con emoción cuando entra.   Del otro lado de la calle hay una tienda de vinos con un pasillo larguísimo lleno de botellas de todas las regiones de España, hilera tras hilera de Priorat, Monsant, Negre, Ribera del Duero y los de la infaltable Rioja.  Mi papá dice que es mejor comprar por docena, le prestan un carrito para que pueda llevarlas al Seat en un solo viaje.  Un poco más arriba hay una charcuteria magníficamente surtida, al entrar te tropiezas con una selva de patas colgadas y una vitrina de salchichones, butifarras y quesos.  No muy lejos una fruteria pequeña atendida por una señora algo adiposa no tan simpatica.  Qué estupenda es la fruta del verano español! (creo que eso lo dijo mi papá); melocotones inmensos y jugosos, higos dulces, nectarinas y uvas moscatel.  En la misma calle principal, ya casi saliendo del pueblo antes de cruzar el río Ter, hay una señora que todos los viernes, sabado, domingo y lunes vende “pollastres” en brasa y croquetas para llevar.  Es un tarantín, como debe ser, con hileras de pollos dando vuelta al fuego desde hace décadas: “llevo 24 años vendiendo pollastres y no nos podemos quejar” nos dice la dueña, humilde y sin pretensiones, mientras corta nuestros pollos en cuatro piezas con mucha destreza sin manchar de grasa el reloj Cartier que lleva en la muñeca.  Detrás del pueblo hay una montaña con un castillo del siglo XIII que mi papá quiere subir a visitar.  Yo creo que a nosotros nos gustaria ir porque tu papá dice que lo llaman el pezón de L’Ampurda y tu sabes cuanto nos gusta a nosotros una teta. 
  Así es Toroella de Montgrí, Lucas, un pueblo que puede pasar desapercibido para el viajero apurado (o para los aficionados al herbalife), pero que en realidad vale la pena explorar. Lucas, a Toroella de Montgrí le roncan los motores!!
Pollastres

 La casa que alquilaron tus padres es perfecta.  Queda al borde de un camino muy poco transitado que lleva del pueblito medieval de Gualta que es muy pequeño al caserio medieval de Llabiá que es minúsculo.  La diseñó una arquitecta de buen gusto (Pilar Líbano se llama), es de color ocre, tiene cuatro habitaciones y una piscina larga de agua salada justo debajo de dos árboles de olivo, dos árboles centenarios de esos que tienen los troncos gruesos, retorcidos y gruñones.   A Edu, tu papá, le gusta sentarse en las noches en la terraza a tomar vino y charlar a la luz de la luna que se asoma entre los dos árboles.  Mi papá se pone algo triste porque leyó que murió Neil Armstrong, el señor que llegó a la luna la semana después la que que papi nació hace muchiiiiiiiiiiiiiiisimo tiempo. Papi dice que es una rara coincidencia (casi que un homenaje a Neil) que justo en el mes de Agosto haya habido dos lunas llenas.  A mí me da mucha curiosidad saber qué pasará la semana cuando me toca nacer a mí.    
A tí te cuida una señora muy buena que se llama Maleni que tiene un esposo muy bueno que se llama Miguel que sabe mucho de fútbol (él se sabe la alineación completa del Atlético de Madrid de hace muchos años, de mucho antes de que Neil Armstrong llegara a la luna).  La señora Maleni es muy buena contigo, conmigo, con tus padres y con los míos.  A mí me hizo un babero muy lindo y a mi papá le cocinó chorizo, morcilla y almorejo.   Yo creo que Maleni puede que venga pronto a Nueva York, creo que le gustaría pasearnos por Central Park (lo único malo es que escuché a mi papá decirle a mi mamá que no la van a dejar entrar a Nueva York con morcillas).  Toda tu familia y muchos amigos vinieron a visitarte este verano, todos están muy emocionados de verte.  Tu papá y tu mamá te cantan, te bailan, te cargan, se babean por tí.  Maleni habla de tu prima Rita y de tu familia que es muy grande (hay una prima de la que hablan todo el tiempo, “la prima de riesgo de España”, que no se bien de que lado de tu familia viene).  Te cuento que tu papá te esta escribiendo un diario lindisimo lleno de dibujos y canciones.
Maleni

Tu mama


Casi todos los dias salimos a pasear.  A Sa Tuna un día a nadar en una cala pequeñita, una hendidura blanca en la montaña; a Peratallada a pasear comiendo helado, un pueblito medieval de calles muy estrechas y suelo empedrado; a Llafranc a echarnos en la arena a veranear luego de un arroz negro celestial; a Bisbal a curiosear antiguedades y visitar galerias; a la playa de Pals a almorzar en un buen restaurante que nos recomendó el simpático Ramon; a Empuriés a disfrutar de la playa y a caminar por el boulevar que bordea las ruinas griegas y romanas, te cuento que allí mismo en Empuriés hay un hotel cool donde casi se casaron tus padres.   La Costa Brava, ya algo mansa, está salpicada de pueblitos pintorescos y sorpresas.  No es casualidad que haya cautivado a Truman Capote, Duchamp, Ava Gardner, Pla, Sinatra, a Dalí y sus secuaces y a tantos otros.   A pesar de los excesos del turismo en masa, de los desenfrenos inmobiliarios que ha demacrado algunos pueblos y desfigurado tramos de la costa, a pesar de las multitudes de Agosto, sigue siendo un placer recorrer las calas y ensenadas, zambullirse en el agua fría, pasear muy temprano en la mañana, a la hora que salen los conejos, por los sembradíos de maíz, por las plantaciones de manzana,  por los campos de lavanda. 
Los dos olivos

Sa Tuna


Empuries

Desde nuestra habitacion, mi mama y yo nadando

Peratallada

 Rocío y Jaime vinieron a conocerte un día, ella es amiga de tu mamá desde hace mucho tiempo y él fue con tu papá a Estados Unidos cuando eran unos chavales.  A mí me cayeron de lo mejor, nos mostraron fotos de sus hijos y de su verano en Menorca, Jaime –que trabaja en la industria farmaceútica- nos explicó en detalle las fortalezas y debilidades del Cialis. Esa noche fuimos todos, tú te quedaste en la casa con Maleni, a Mas Sorrer, un restaurante lounge al aire libre a 5 minutos en coche.  Para entrar tienes que caminar por un pasadizo de girasoles inmensos que te miran cabizbajos, te sientes en un cuento de fantasía.  La pasamos de lo mejor; comimos, bailamos, todos los grandes (menos mami) tomaron vino, ginebra, whisky y un par de cervecitas (Jaime creo que tres).

Mas Sorrer



Tus padres (serios)

Jaime

       
Luego de una semana en L’Ampurda nosotros tres nos fuimos a Girona, una ciudad que visitaron mis padres el año pasado y de la que estan irremediablemente enamorados.  Alquilamos un apartamento exquisito en la parte alta de la zona vieja en la Plaza Domenec, una casa de cuatro pisos que una pareja catalana reconstruyó con el mejor de los gustos (http://alemanys5.com/).  Girona, adonde volveremos pronto, es una ciudad de casi cien mil habitantes con un casco antiguo de ensueño sobre una colina con escaleras que la recorren en zig zag.  A la ciudad la atraviesa un río con dos puentes que lo cruzan, el de piedra, el más viejo, y el de hierro, diseñado por el estudio de Eiffel; hay un antiguo barrio judío (el Call) con un pequeño museo, varias iglesias y la catedral, cafes y pequeñas tiendas de ropa, una librería de viajes fenomenal y sopotocientas heladerias, todo arropado por una antigua muralla desde donde se ve la ciudad.  En Girona y sus alrededores hay una galaxia de buenos restaurantes, constelaciones de estrellas Michelin.  El más conocido, sobre todo luego de la clausura de El Bulli, es el Cellar de Can Roca en el cual a pesar de nuestros ruegos no pudimos conseguir reservación.  Para consolarnos fuimos a Massana, un estupendo restaurant donde el propio señor Pedro Massana lleva 26 años cocinando y asegurándose de que los comensales salgan contentos. 
Girona






Finalmente Barcelona.  Lo que más me gusto de la ciudad Lucas fue ir al juego del Barca contra el Valencia.  Un estadio gigante lleno de gente. Edu dice que ya tú tienes carnet del equipo, a mí mi papá creo que me va a sacar uno de los Mets de Nueva York.   Ganó el Barca 1-0, menos mal porque frente a nosotros se sentaron unos rusos que hubieran salido muy pero muy enfadados si ganaba el Valencia. 

Barcelona nos encanta, nos quedamos frente al mar, mi papá salía a correr en las mañanas y de allí ibamos a la piscina del hotel a esperar que llegara la hora del almuerzo (Can Ravell www.ravell.com/, Cerveceria Catalana, Bar Mut www.barmut.com/, Kaiku).  Mi mamá se acostaba a descansar tomando sol y es allí cuando aprovechaba yo para pensar en la carta que te escribiría.  Lucas, no le digas a nadie pero yo tengo planeado salir de mi mamá la primera semana de diciembre (o unos días más tarde si está haciendo mucho frío), traéte a Maleni, ven a visitarme!

Shakira y Pique en el mediotiempo




jueves, 19 de julio de 2012

Buena vida sin verguenza; una semana de excursion a 5.000 metros de altura al pie del Apu Ausangate

   
 

Este es el relato de nueve amigos (ocho novatos avidos de oxigeno y un guia rico en hematies) por la cordillera de Vilcanota al sureste del Cusco, el recuento de cinco noches y seis dias inolvidables por el circuito que rodea la cumbre del Ausangate (6.384 mts) alli donde da sus pininos el mismisimo rio Amazonas, la bitacora de una semana maravillosa de cielo, glaciares, lagunas, nieve, arenas de colores, timidas vicunas y noches transparentes.  

    Igual como ocurre con muchos viajes de aventura, este nacio de una tertulia inocente entre amigos, de una conversacion calmada a nivel del mar en los mullidos sillones del hotel Park Plaza en Lima hace ya unos cuantos meses.   Acababa de llegar Pepe, el bueno de Pepe, de una maravillosa excursion a Choquequirao:  "Roger es el mejor guia del Peru" me dijo, "anota bien su nombre: Roger Valencia, y recuerda que cualquier viaje tienes que hacerlo con el", me repitio categoricamente mientras me servian un vaso de etiqueta negra.  Hacia unos meses que Suso, otro amigo, me habia hablado del circuito del Ausangate.   Teniamos el nombre del guia, teniamos el destino. Poco a poco iban apareciendo los ingredientes del viaje.
     No se si por caprichos del destino o mas bien porque Lima es pequena (probablemente lo segundo), el caso es que a los pocos meses me toco sentarme en un almuerzo multitudinario al lado del legendario Roger.  Yo lo conocia a el - habia visto fotos y videos luego de haberlo "googeleado"- pero el no me conocia a mi.  "Hola Roger" le dije, y el, con la humildad y elegancia de quien esta acostumbrado a que lo reconozcan, me respondio: "disculpa, pero no me acuerdo de ti".  Nos escapamos con sigilo del almuerzo (que estaba bastante aburrido) y salimos a pasear.    Caminando acera abajo por la calle Conquistadores le explique de donde conocia su nombre y le pregunte si se animaba a hacer una excursion al Ausangate.  Inmediatamente me dijo que si y me conto que precisamente acababa de volver de un intento fallido alrededor de la misma montana con Pepe y Carlos, que la nieve les habia hecho abortar el viaje luego de dos dias de lenta caminata.  Al poco rato comenzo una rafaga de correos electronicos y en unas cuantas horas -con casi un ano de anticipacion- teniamos confirmacion de Roger, Carlos, Miguel, Pepe, Suso, Jana y yo.  A los pocos meses reclutamos a German (the gadget man) y unas semanas antes de salir de viaje a Melissa, una simpatica andeofila que vive en Boston.   Algunos se anotaron para la caminata, otros, los mas valientes, para subir a la cima.  Quedo fijada la fecha: la primera semana de julio,  habia que comenzar a entrenar.  

   Para mitigar los riesgos de la hipoxia hipobarica (hablemos mejor de mal de altura o soroche) acordamos citarnos en Cusco unos dias antes de comenzar la excursion.  El circuito del Ausangate oscila entre los 3.800 y 5.200 metros de altura lo cual puede traducirse, sobre todo para nosotros los costenos, en dolores de cabeza, nauseas, insomnio y, en casos extremos, alucinaciones.   El plan era aclimatarnos poco a poco, tomarlo con calma.   Llegamos a Cusco el viernes y el sabado inauguramos oficialmente la expedicion con una caminata empinada de un par de horas seguida de un estupendo almuerzo en casa de Pepe a una hora de la ciudad.  Llegamos todos puntuales, vestidos impecablemente, sonrientes estrenando nuestros camel backs, sombreros y palos de caminar.  Subimos poco antes del mediodia a buen ritmo por la ladera de la montana que queda a la espalda de la casa de Pepe animados por la palabras de aliento de Jaco, Felipe, Pati y Cecilia: "no tarden mucho en bajar que pronto va a estar lista la comida" nos decian mientras nos alejabamos entre los bosques de eucaliptus.  Llegamos hasta casi lo mas alto desde donde se veia a lo lejos (por primera vez) el blanco Ausangate.   Espigado, el Ausangate sobresale como el mas alto de la cordillera; Apu sagrado de los incas, fue escalado por primera vez apenas en 1953 por Heinrich Harrer (el mismo que en los anos 40 visito Tibet, el autor del libro Seven years in Tibet que sirvio de inspiracion a la pelicula del mismo nombre protagonizada por Brad Pitt) http://en.wikipedia.org/wiki/Heinrich_Harrer.





    Regresamos de nuestra caminata contentos y con hambre.  Mientras esperabamos que sirvieran el almuerzo Jaco y Felipe nos proveyeron -furtivamente- de un kilo y medio de nueces (o fueron dos?) acompanadas de cerveza y unas cuantas copas de vino.  Al poco rato nos sentamos a la mesa (te prometemos Pepe que todavia nos quedaba mucha hambre) para disfrutar de un banquete de ensaladas y pollo y un plato local delicioso hecho de un pariente de la papa cuyo nombre (como muchos otros) se me escapa.  Un almuerzo largo y abundante, feliz y bullicioso de esos que se recuerdan con carino.   En la sobremesa todos felices vestidos con ruanas de colores que nos repartio nuestro anfitrion, admirando la preciosa vista del valle, tratando de convencer a Felipe de que nos acompanara.

Ni una nuez mas!



   El resto del fin de semana transcurrio sin aspavientos.  Varias visitas a la Plaza de Armas, algunas compras de ultima hora, un rato en el mercado publico tomando fotos y toda la emocion de la final de la Eurocopa rodeados de suculentos "club sanguches" en el lobby de nuestro hotel.  El lunes en la manana partiamos al Ausangate.
   
   A las 10 estabamos todos sentados en el autobus.  En el ambiente se respiraba la misma energia de los viajes escolares de nuestra infancia,  todos emocionados escuchando las explicaciones de Roger y Jesus (el guia asistente), impacientes por salir.  La primera parada fue a unas horas de Cusco en el pequeno pueblo de Checacupe justo donde nuestros celulares pierden la senal.   La iglesia de adobe de Checacupe guarda, tras una fachada modesta, tesoros manieristas, flamencos y barrocos que se mezclan con piezas y motivos incas en un fascinante sincretismo cultural.  En la pequena nave principal un esplendido altar y un pulpito hexagonal tallado en madera rodeados de pinturas de distintas epocas.  Afuera, no muy lejos, un hermoso puente colonial de cal y canto del siglo XVII sobre el rio Pitumarca. 


Iglesia de Checacupe




Puente sobre el rio Pitumarca
A medida que ascendiamos con destino a Chillca la via se hacia cada vez mas estrecha, en algunas partes a duras penas pasaba el bus, en otras habia que empujarlo, mas de una vez tuvimos que maniobrar retrocediendo para sortear las curvas.  Nosotros felices haciendole poco caso a los precipicios.   Ese dia almorzamos al borde del rio en un remanso que Renoir hubiera pintado de haber visitado Cusco.  Hacia el final de la comida nos hizo una visita un simpatico motorizado peruano que subia alegre a su casa (lease con algunas chichas o cervezas de mas). Se habia detenido a darnos la bienvenida, a preguntarnos si eramos gringos y a ofrecernos amablemente si queriamos usar su moto brasilera.  


     Seguimos carretera arriba hasta que de repente nos detuvimos al borde del camino y Roger anuncio que alli comenzaba nuestra caminata.   Ese dia fueron tan solo unas dos horas de terreno plano.  El cielo azul, algo de frio, a la distancia las terrazas de los ultimos cultivos de papa (los cultivos mas altos del planeta porque muy poco crece por encima de los 4.000 metros de altura), rebanos de llamas con sus ninos pastores, la cordillera blanca al fondo y en el horizonte, pequenito en la distancia, el primero de los cuatro tambos que visitariamos, nuestro primer albergue.   Los tambos son edificaciones comodas de pocos pisos -sin electricidad pero con agua caliente- que Roger construyo junto con las comunidades.   Cada uno de nosotros tiene su habitacion privada con su propio bano, abajo en el primer nivel hay un comedor amplio y varias sillas estrategicamente colocadas alrededor de la estufa.  Luego de cuatro largos anos de trabajo, por el clima solo se puede construir durante tres o cuatro meses y todos los materiales deben ser transportados a pie o en llama, finalmente lograron completar los albergues.     Las excursiones comenzaron en 2008 y desde entonces el numero de turistas que hacen el circuito ha ido incrementando ano tras ano.  En el 2012 se espera que aproximadamente 400 personas hagan el recorrido (un numero muy pequeno si lo comparamos con las 200 personas que hacen el camino del inca cada dia!).  La idea, nos cuenta Roger, es crecer hasta unos 1.000 pasajeros pero no mucho mas para asi poder mantener bajo control el impacto sobre el medio ambiente.   La participacion de las comunidades y el beneficio economico que ellas obtienen del proyecto son una de las motivaciones principales de la iniciativa de Roger, de alli la especial atencion que le presta a entender las necesidades y preocupaciones de los locales (http://www.auqui.com.pe/auqui.php).   
     Esa primera noche celebramos el cumpleanos de Miguel comiendo trucha a 4.300 metros de altura,  escuchando canciones andinas al compas de un arpa ("el amor se marchita" decia una de ellas) y bailando -con mucha calma por la altura- con nuestras anfitrionas y anfitriones.

   El martes nos despertamos temprano para hacer el circuito de las dos lagunas, una caminata de unas 6 o 7 horas que comienza y termina en el mismo lugar y que pasa por un filo que queda a 4.800 metros de altura.   Roger iba a la cabeza cargando dos canas de pescar ("comeremos truchas de almuerzo" nos decia optimista) y nosotros siguiendolo de cerca disimulando el jadeo.  En uno de nuestras paradas, nosotros acostados en la grama, se nos acercaron unos ninos pastores y nos entregaron un punado de papas.  Nos las dieron sin pedir nada a cambio.  Nosotros, con exceso de provisiones y conmovidos con el gesto, les dimos algunas de nuestras barras de cereales y chocolates.   Entusiasmados con nuestra reaccion, los ninos pastores siguieron repartiendo papas a cambio de golosinas, el viejo sistema de trueque - aun muy vigente por estos parajes- funcionando a la perfeccion.    Poco despues del mediodia llegamos a la primera de las lagunas.  Carlos y Melissa se hicieron de las canas y fueron a capturar el almuerzo.   Muy a pesar de la destreza de nuestros pescadores, tuvimos que conformarnos con ensalada y sandwiches (y nuestras papas del trueque, por supuesto).     Hicimos la ofrenda de rigor al Apu (con hojas de coca como debe ser) no sin antes aclararle a German que no habia nada de ilicito en el ritual.    Para nuestro regreso al tambo Roger escogio la ruta de la mejor vista y nos enfilo -cual vicunas- hacia el abra, que asi llaman al vertice donde se encuentran las laderas de dos montanas.  Con paso lento pero firme llegamos todos al filo.  Alli, sin aliento (por la belleza del paisaje y por el esfuerzo) nos quedamos hipnotizados contemplando la cordillera.   Para volver, una bajada empinada y resbaladiza (entretenida podriamos decir) que desemboca en un canon.  En el camino, llamas y mas llamas rodeadas de una especie de cactus blanco que crece a ras del suelo y que parece lana recien trasquilada.  A la entrada de nuestro tambo nos espera Pepe descalzo con sus pies en el riachuelo predicando a los cuatro vientos las bondades del agua helada luego de una larga caminata.


"Preparense para una buena dosis de Omega 3"

Desde el Abra


Pepe's Spa


   A medida que pasan los dias vamos adaptandonos al nuevo ritmo.  No hay telefono (uno satelital  para casos de emergencia), no hay correos ni llamadas que responder, no escuchamos noticias, no hay internet, ni siquiera un periodico.  Los dias transcurren caminando y conversando, sin mayor apuro, hablamos de temas serios pero tambien (y sobre todo) de boberias.  Escuchamos historias de Roger, nos cuenta del escurridizo gato andino, del nacimiento de los Andes y de la infancia del Amazonas antes de que fuera jungla cuando apenas era un enorme lago, nos cuenta de los festivales, de los caprichos de los Apus, de como los dioses hicieron el regalo de las alpacas y de como en Pisac domesticaron el rio Urubamba,  nos cuenta de sus viajes al Aconcagua, de japoneses congelados y de carreras agotadoras en la selva mas selvatica del Peru.  Poco a poco nos adaptamos al nuevo ritmo, nos vestimos y desvestimos al compas de los "layers", nos dejamos cautivar por el paisaje, nos sintonizamos con la paciencia de los arrieros. Acordamos todos hacer un parentesis en nuestras ocupaciones, interrumpir nuestras rutinas, postergar lo que parece impostergable, desintoxicarnos, darnos el lujo de caminar distraidos.

    El miercoles nos despertamos temprano, muy cerca del tambo nos toca cruzar con cuidado un precario puente de madera ("cuidado que a veces se congela y la gente se cae" nos advierte Roger) y seguimos camino abajo hasta el poblado de Ocefina desde donde comienza nuestra larga subida.  De lo alto se ve el trazado del antiguo camino inca que atraviesa el valle, una nervadura mas en una red inmensa de carreteras que iba desde Colombia hasta el norte de Argentina, vasos capilares del imperio. 

   En el medio del camino nos detenemos a descansar y a comprarle textiles a las mujeres de la comunidad. Alli nos espera Pepe que hoy nos lleva la delantera porque va a caballo para cuidar su adolorido talon -Rayo se llama el rocin, Jose su fiel escudero-.  Compramos telas, algunos sombreros y yo -de urgencia- una cinta para amarrar mi holgado pantalon que amenazaba con caerse.  Esa tarde, luego de un merecido almuerzo, comenzamos una dura subida que nos llevo hasta casi 5.000 metros.  Paso a paso, "paso de guia" como le llama Roger, hasta que llegamos al nuevo abra donde nos espera otra vista espectacular.  Al fondo se ven los nevados y uno de los costados del imponente Ausangate, abajo en en el valle nuestro albergue entre rocas inmensas que parecen acabadas de salir de la tierra, frente al tambo a 4.800 metros de altura una hermosa laguna multicolor. Esa noche, como todas las otras, cenamos contentos, disfrutamos de los sorpresas de Pepe (una noche nos da chocolates, otra jenjibre, otra turron), celebramos la independencia de los Estados Unidos, nos acostamos temprano.

Rayo y el escudero


 "Que buena idea comprarme la mochila que da masajes"
"Que buena idea traer mi cargador solar ultraligero (el que llevo colgado)"
Carlos desafiando la gravedad

Nuestro segundo Tambo

Minutos antes de nuestro whisky vespertino


     El jueves nos despertamos -como siempre- llenos de energia, desyunamos y nos alistamos para salir.  A la altura que estamos hay poca vegetacion, muy poca.   Durante varias horas caminamos por un paisaje unico de arenas de colores;  franjas de marrones, naranjas, purpuras y ocres que cubren las montanas como si fuera una alfombra, una tela inmensa que lo cubre todo.  Nosotros  boquiabiertos tratando de explicarle a Roger cuanto nos gustaba, tratando de verlo todo, tomando mil y una fotos, escudrinando nuestro cerebro para encontrar algun adjetivo que sirviera para describir lo que veiamos.  Seguimos caminando varias horas con la cordillera blanca frente a nosotros hasta que hicimos una pausa para almorzar al borde de una pequena laguna.  Recuperadas las energias subimos un abra para de alli bajar cubiertos de granizo hasta nuestro proximo tambo.


Nuestras sombras a lo lejos, nosotros con mucho cuidado para no caernos
 Miguel bien combinado



 
      

Almuerzo
Tambo tres


   Las noches comienzan a tomar su propio ritmo; llegamos cansados, cambiamos nuestras botas por las pantuflas que nos regalaron, Melissa se queda dormida en el sofa, nos banamos con agua caliente, desempacamos para luego bajar a tomar te y a hablar de la caminata del dia alrededor de la estufa.  Poco antes de la cena algunos preguntan por el whisky, comemos con hambre y de postre alguna de las sorpresas de Pepe.  Roger nos felicita por nuestra condicion fisica, nos cuenta sobre el proximo dia y poco a poco (a eso de las 8.30 -9.00) nos vamos todos a dormir.  Esa noche salimos a tratar de tomarle fotos a la luna brillante (brillantisima).  La noche es transparente, estamos en un albergue de mil estrellas.











Me levanto temprano el viernes y descubro que la luna sigue alli, salgo callado para no despertarla y le tomo varias fotos.  Hay mucho silencio y unas cuantas llamas despabilandose sobre la nieve fresca.
Buen ejemplo del isocronismo lunar del que nos hablo Pepe


El viernes es nuestro ultimo dia de caminata larga.  En la ruta nos tropezamos con pastores que cuidan sus rebanos de ovejas y llamas, ninos pequenos en su mayoria que nos saludan con las mejillas cuarteadas por el sol.  Nos dicen sus nombres, nos dicen su edad, sonrien cuando les hablamos en castellano. Ese dia caminamos por varias horas hasta que llegamos a un hermoso glaciar al pie del Ausangate, un glaciar que como tantos otros va retrocediendo, cada vez mas pequeno sofocado por los calorones de una temprana -y absurda- menopausia.   Entramos al glaciar por un valle verde donde pastan las llamas, nos detenemos frente a una laguna de agua cristalina y de alli trepamos por la inmensa morrena de piedra que lo bordea.  Descansamos un poco antes de comenzar una subida que nos lleva hasta 5.200 metros de altura.  Llegamos contentos pero sin aire al punto mas alto del viaje donde nos espera granizo, nieve y mucho viento.  Pepe, transformado en monje, acepta nuestra invitacion de saltar con nosotros para la foto. 








El monje



Tambo cuatro
    La ultima noche celebramos el cumpleanos de Melissa.  Como estamos contentos tomamos dos whiskies en vez de uno y abrimos un par de botellas de vino.  Pepe, Carlos y Suso hacen discursos, sospechamos que va a ser dificil reinsertarnos en la civilizacion.  Carlos, Melissa y Miguel, los mas valientes, se preparan para subir a la cima del Ausangate.  El resto, los menos valientes, nos preparamos para volver a casa.  Esa noche nos quedamos despiertos un poco mas tarde que de costumbre, contamos y recordamos historias, comemos chocolates y jenjibre que saca Pepe, le volvemos a agradecer a Roger, le deseamos suerte al trio que se queda.
    La pasamos muy bien, como bien dijo Jana fue una semana de "buena vida sin verguenza".   Hay un parte de nosotros que no quiere volver; la unica manera que encontramos de detener el tiempo es haciendo planes para otro viaje el ano que viene. Todos, los nueve, prometimos ir.

Cumpleanos de Melissa